Imagen vestidera de San Pedro, en madera de cedro policromada (mide 178 cm de altura), para el misterio procesional de la Entrada Triunfal de Jesús en Jerusalén (La Borriquita) de Huelva, con el que se completa el apostolado que figura en el mismo por parte del artista de Rociana del Condado; autor de todo el conjunto escultórico a excepción de la figura de Cristo, obra de Antonio León Ortega (1946).

El santo es identificable por mostrar el tipo físico habitual: maduro, complexión ancha, rostro venerable, con escaso pelo blanco (en este caso con entradas y no calvo) y barba también cana. Aun así, Rodríguez Picón, autor también de la túnica y el manto con los que aparece fotografiado, le añade el atributo de las dos llaves doradas (una para el cielo y otra para la tierra, una que abre y otra que cierra) por su condición de portero celestial.

Lejos de una suave expresión de júbilo, el rostro de San Pedro refleja dureza y preocupación, no tanto por presentir el destino del Maestro o el suyo propio ante los amargos trances que le aguardan en la Pasión (negación y arrepentimiento), sino por adoptar la función de custodio de Jesús ante un pueblo que ahora, entre alabanzas, se compromete a seguir sus pasos para luego dictar su sentencia de muerte.