NUEVAS ADQUISICIONES DE ARTE BARROCO IBÉRICO POR EL MUSEO MEADOWS

30/07/2024


 

 

El Museo Meadows (Dallas) ha anunciado hoy la adquisición de dos obras de mujeres artistas del siglo XVII: un bodegón de Josefa de Ayala (hacia 1630-1684) y una cruz de celda pintada de María Josefa Sánchez (activa entre 1639 y 1652). Ayala fue una figura fundamental del arte barroco ibérico que obtuvo reconocimiento y numerosos encargos durante su vida, y fue una de las pocas mujeres artistas independientes y documentadas de la época. Ambas adquisiciones reflejan un vibrante clima artístico en la península que otorgaba a las mujeres cierta libertad de expresión. Las dos fueron adquiridas con fondos de la Meadows Foundation y estarán expuestas en las galerías del Meadows en otoño.

El exquisito ejemplo de la obra de Ayala muestra la técnica magistral de la artista y su destreza para infundir a las composiciones de bodegones tanto belleza estética como un profundo significado simbólico, mientras que la conmovedora cruz de celda de Sánchez no solo demuestra su habilidad artística, sino que también destaca su papel en la conformación de la expresión religiosa y la espiritualidad de la época. "Esperamos con ansias las oportunidades educativas y de investigación que se originarán a partir de estas adquisiciones, y lo que descubriremos sobre la vida de las mujeres artistas en el siglo XVII", afirma Amanda Dotseth, directora del Museo Meadows.

Josefa de Ayala, también conocida como Josefa de Óbidos por el nombre de la ciudad portuguesa en la que pasó gran parte de su vida, nació en Sevilla antes de que su familia se trasladara a Portugal, el país natal de su padre. Como muchas mujeres artistas de la época, Ayala nació en el seno de una familia de artistas y fue formada por su padre, el pintor Baltazar Gomes Figueira. Tenía estrechos vínculos personales y estilísticos con algunos de los artistas sevillanos más influyentes, que muy probablemente marcaron su desarrollo artístico, como Francisco de Herrera el Viejo (que también fue padrino de Ayala), Francisco de Zurbarán y Bartolomé Esteban Murillo, todos ellos representados en la colección del Meadows. Ayala nunca se casó ni se ordenó monja, pero a los 29 años obtuvo la condición de "donzela emancipada", lo que le permitió vivir y trabajar de forma independiente. Su carrera floreció en Portugal, donde obtuvo numerosos encargos eclesiásticos y privados, y durante su vida produjo unos 150 cuadros, lo que la convierte en una de las artistas más prolíficas de la época. Aunque se sabe poco de su vida, los archivos que se conservan muestran que complementó sus ingresos como artista con inversiones inmobiliarias, lo que sugiere que disfrutó de una mayor independencia financiera y éxito en una época en la que pocas mujeres alcanzaban tal estatus.

El recién adquirido Bodegón (hacia 1680) es un ejemplo de la destreza de Ayala en la creación de composiciones dinámicas e intrincadas. El cuadro presenta una serie de frutas, verduras y flores dispuestas sobre una repisa oscura, un recurso habitual entre los pintores de bodegones activos en Iberia, como Juan Sánchez Cotán y Juan van der Hamen. Algunas de las frutas y verduras que incluye Ayala tienen claras connotaciones bíblicas y cristológicas: el melón, las cebollas y los pepinos que sustentaron a los israelitas en el desierto; la manzana que hace su fatídica aparición en el Libro del Génesis; y las uvas maduras con las que se elabora el vino de la Eucaristía. Sin embargo, completa la composición con cerezas e higos, peras, hojas verdes y elementos decorativos no comestibles, como flores. La presencia de pequeños insectos aporta un toque especial, muy característico de la obra de Ayala, y evidencia su gran capacidad de observación y su habilidad para romper la quietud de sus composiciones con la vida. Todo está pintado con un gran dominio del impacto visual del tenebrismo, con sus dramáticos contrastes entre la luz y la oscuridad, y que realza aún más la tridimensionalidad y el realismo de la escena.

"La obra de Ayala revela una hábil combinación de arte y profundidad temática", expresó Dotseth. "Sus bodegones, en particular, reflejan el uso inteligente pero lúdico del trampantojo para transmitir complejos temas religiosos, así como un hábil uso de los elementos decorativos para captar la atención y resultar agradables a la vista. Esta composición dinámica y ambiciosa representa una importante adición a nuestra colección de bodegones y complementa el numeroso fondo del museo de artistas españoles del siglo XVII".

María Josefa Sánchez (activa entre 1639 y 1652, probablemente en Castilla) se especializó en la elaboración de cruces de celda, objetos populares para el culto privado en España y Latinoamérica. Aunque algunos han argumentado que Sánchez pudo ser monja o novicia, el uso de la palabra "doña" en sus cruces firmadas sugiere que posiblemente fuera una noble; a pesar de la falta de documentación sobre su vida, la existencia de obras firmadas indica cierto nivel de reconocimiento y prestigio. Es posible que estuviera emparentada con Clemente Sánchez, conocido por cruces similares del siglo XVII; pero mientras Clemente se menciona en los registros históricos, el nombre de María Josefa permanece ausente. El arte de Sánchez ha llamado la atención en los últimos años a través de exposiciones como "España: arte e imperio en la Edad de Oro" (Museo de Arte de San Diego, 2019) y "Dejando su huella: historia de mujeres artistas en Europa, 1400-1800" (Museo de Arte de Baltimore y Galería de Arte de Ontario, 2024). Alrededor de una decena de cruces de Sánchez se han conservado hasta la actualidad, dos de ellas en colecciones estadounidenses (Instituto de Arte de Chicago y Museo de Arte Allen Memorial, ambas firmadas). Además de las cruces firmadas que se le atribuyen, siguen apareciendo obras sin firmar que se cree que son suyas, lo que indica un interés constante por su legado artístico.

La obra de Sánchez exhibe un estilo afín al de Luis de Morales, cuyo arte se difundió ampliamente a través de grabados. Las similitudes visuales entre la Cruz de celda de Sánchez (década de 1640) y la Pietà de Morales de la colección del Meadows son evidentes: ambos artistas comparten el gusto por las figuras alargadas, una paleta limitada y un elevado sentido de la devoción espiritual y la contemplación. En la composición, domina un Cristo crucificado, que mira hacia arriba y lleva una corona de espinas. Sus extremidades alargadas y sus rasgos expresivos evocan el estilo manierista. La sangre brota de las heridas infligidas por los clavos y de la frente de Cristo, y tiñe el inmaculado paño de pureza. A ambos lados de Cristo, los brazos de la cruz llevan representaciones de San Francisco de Asís marcado con los estigmas (izquierda) y San Antonio de Padua acunando al niño Jesús y sosteniendo la palma martirial (derecha). La parte inferior de la cruz muestra a la Virgen del Apocalipsis, una variante iconográfica de la Inmaculada Concepción. Vestida con una túnica blanca y adornada con un manto azul salpicado de estrellas, aparece coronada por el sol y rodeada por doce estrellas. Sobre una luna creciente, pisa una serpiente, símbolo del triunfo sobre el mal.

"Como objeto funcional y de devoción privada, la adquisición de una cruz de celda pintada fomentará la investigación sobre su pintora, hasta ahora poco conocida, y esclarecerá las prácticas de devoción personal en la Iberia moderna temprana", comentó Dotseth respecto de la obra de Sánchez.

Estas dos pinturas -las más antiguas de la colección de las que se tiene constancia- se incorporan al creciente número de obras de mujeres artistas en los fondos permanentes del Museo Meadows, entre las que se encuentran Luisa Ignacia Roldán (1652-1706), Francisca Efigenia Meléndez y Durazzo (1770-1825), María Blanchard (1881-1932), Helen Escobedo (1934-2010) y Cristina García Rodero (nacida en 1949).

 

 

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