Bajo el título El Greco. Apóstoles, el Ministerio de Cultura expone hasta el próximo 13 de mayo, en el Museo Nacional de Escultura de Valladolid (MNE), un especial Apostolado del pintor. Entre los tres conjuntos de apostolados conservados completos, realizados por El Greco en su época de madurez, el que en esta muestra se expone, fechado hacia el año 1590, ocupa un lugar privilegiado. Posiblemente fuera éste el boceto inspirador de los demás -todos ellos de mayor tamaño-, al tiempo que constituye un repertorio de prototipos humanos destinado a una clientela ávida de imágenes devocionales.

La falta de algunos atributos, que sirven para individualizar a los personajes, motivó que en el siglo XVIII y para facilitar su identificación, les fueran añadidos rótulos, erróneos en algún caso, hecho comprobable al observar otros apostolados que presentan bien visibles los elementos simbólicos.

Con su particular técnica, el gran pintor cretense que desarrolló en Toledo la mayor parte de su obra, convierte estas figuras, dispuestas sobre fondo oscuro y sin apenas dibujo, en manchas agitadas de colorido antinatural que desmaterializan a unos personajes destinados a propagar el mensaje evangélico. 

El conjunto, destinado a una clientela ávida de imágenes devocionales, ha tenido una azarosa vida. A mediados del siglo XVIII fue comprado por el hidalgo asturiano, Juan Eusebio Díaz de Campomanes, y fue pasando por sucesivas manos, hasta que en el año 1906 lo comprara para su casa-palacio de Oviedo el marqués de San Feliz. En el año 2002 la empresa Aceralia lo entrega, como dación en pago de impuestos, al Estado, que lo asigna al Museo Nacional de Escultura de Valladolid y lo deposita en el Museo de Bellas Artes de Asturias, en Oviedo.

La disposición corporal de los apóstoles, orientados hacia lados opuestos, seis a seis, parecen demandar la presencia de un lienzo central con la figura de Cristo, por ello, y para dar más sentido a la muestra, se exhibe como pórtico otro cuadro pintado por El Greco, que representa a El Salvador. Se trata de una pintura de cabeza modelada con rotundidad e impactante mirada dirigida directamente al espectador, conservada en el Monasterio de las Descalzas Reales de Valladolid, y muy pocas veces expuesta al público.