Ecce Homo con destino a una devoción privada, inspirado en los aclamados modelos sobre el tema realizados por los maestros granadinos Pedro de Mena y los hermanos Miguel Jerónimo y Jerónimo Francisco García.

La imagen ha sido labrada hasta la altura de los glúteos, cubriendo el autor la total desnudez con un perizoma que imita los tejidos hebreos con rayas y motivos verticales. Posee la particularidad de poder ser retirada su clámide, dejando totalmente descubiertos el brazo izquierdo y la espalda.

Es una obra de gran belleza que muestra a Cristo doliente y humillado, con el cuerpo tenso y sangrante tras la tortura infligida. Los brazos quedan atados por delante de torso, apartándose algo del mismo, mientras la cabeza se alza orgullosa, si bien el redentor no puede evitar derramar una lágrima por los golpes y las ofensas recibidas.

La conmovedora mirada de Jesús emociona al espectador que lo contempla. Son también piezas superpuestas la corona de espinas, el cordón dorado, la caña a modo de cetro, el juego de potencias y las pestañas postizas.

Niño Dios para una colección privada de Málaga. La escultura, totalmente anatomizada, ofrece un marcado naturalismo; más que la representación de un niño divinizado que bendice al espectador se diría que estamos ante la plasmación realista de una figura infantil en su lecho, pero sin perder su inspiración en la más pura esencia popular.

El cojín de tonos rojizos sobre el que reposa muestra labores de dorado al agua y estofado al temple al huevo realizadas por Francisco José López Rondón, discípulo de Juan Bautista Jiménez, quien ha realizado una ornamentación barroca donde se repiten los motivos vegetales y cursivos, empleando varios tipos de grafismos de líneas, de los cuales llama totalmente la atención la imitación del muaré en el fondo rojo y, sobre todo, la caligrafía que aparece en el centro de la composición y que corresponde a la firma de dicho escultor.

Pertenece al tipo de los llamados "niños de cuna" tan venerados en capillas privadas y conventuales, aunque también en los templos cuando se celebra la Misa del Gallo y otras ceremonias en las que los fieles acuden a besar el pie a Jesús con el fin de rememorar el momento en que, tras su nacimiento, el pueblo fue a postrarse ante el Santo Pesebre.