La última obra del escultor e imaginero sevillano Antonio Labrador Jiménez consiste en un busto de Cristo, modelado en terracota y policromado al óleo, que lleva por título Gloria Nazarenorum.

En este trabajo el artista se ha inspirado en el canon de belleza impuesto durante el Quattrocento italiano, consistente en la palidez de la piel y los tonos claros y rubios del cabello desarrollado en la pintura; junto con la monumentalidad de las imágenes en la escultura, todo ello para acentuar la realeza de Jesús.

Junto a esas premisas, suma la esencia barroca de la teatralidad y de la fuerza y contundencia de la expresión, trabajando para ello los efectos de los volúmenes tanto en el rostro como en el resto del modelado hasta los hombros. Y todo ello, lógicamente, para buscar también la conexión con los fieles.

Iconográficamente, Labrador ha querido plasmar el instante en el que Jesús, ya coronado de espinas y azotado cruelmente, toma y abraza la cruz casi moribundo pero con la decisión y la fortaleza del Hijo de Dios.