NUEVA OBRA DE FRANCISCO JAVIER LÓPEZ DEL ESPINO

Eduardo González Cano (27/03/2019)


 

 

Vivo, triunfante, cubierto de un halo de luz, sin heridas, luminoso, un Jesús más hombre y más divino a la vez. La imagen de Nuestro Padre Jesús Resucitado para Calatayud (Zaragoza) es la segunda obra del artista lucentino Francisco Javier López del Espino dentro de esta compleja iconografía que representa la Resurrección de Cristo, estando la primera de ellas en la localidad jiennense de Porcuna.

Se trata de una iconografía no exenta de complejidad, ya que estamos ante un momento indescriptible dentro de los evangelios. Los artistas a lo largo de la historia, tanto en pintura como en escultura, han utilizado su propia imaginación para presentarnos el momento más importante de la historia de Jesús de Nazaret. En este caso, López del Espino nos presenta un resucitado muy humano, sin ningún signo de divinidad, en el que podemos apreciar con minuciosidad toda el estudio completo de anatomía. Estamos ante una visión clásica de este misterio que irá a residir al seno de la Hermandad de Terceroles de Calatayud.

Analizando la obra, el rostro del Señor y el conjunto en general está basado en el clasicismo del barroco del siglo XVII aunque con un interés especial por la anatomía perfecta y bien trabajada con una técnica depurada en todas sus líneas. Es de resaltar el extraordinario movimiento que nos ofrece caminando sobre una roca, transmitiendo la sensación de estar a punto de elevarse. La belleza de sus manos y el esmero del escultor en presentarnos un mensaje a través de ellas, simboliza perfectamente lo que nos quiere contar al contemplarla.

El rostro del Señor es dulce, sereno y suave. Su mirada al frente, buscando la luz tras las tinieblas de la tumba en la que fue enterrado y resucitó al tercer día. De la misma manera ratificamos la suavidad de su pelo y de ahí, los nuevos aires que López del Espino imprime a sus obras, buscando la raíz de la escultura religiosa de siglos pasados. Centramos toda nuestra atención en el rostro y en las manos del Señor y no en el perizoma o paño que se presenta sin estridencias en la talla y sin exceso protagonismo como suele ocurrir con otras obras.

Por último, resaltar algo fundamental en una obra de esta índole, y es la disciplina del escultor en buscar el movimiento de sus obras y el estudio pormenorizado de la anatomía, sin dejar de lado la maravillosa policromía que engrandece aún más todo el trabajo de talla. Sin duda, ahí radica una parte muy importante de lo que debe ser una escultura cuyo fin es la exposición al fiel, al devoto y en definitiva al acercamiento a Dios. López del Espino nos demuestra con el Resucitado de Calatayud que su nuevo tiempo de creación comienza a dar unos extraordinarios frutos. La Iglesia de San Juan del Real ya tiene a su nuevo Señor de la Sagrada Resurrección.

 

Nota de La Hornacina: Eduardo González Cano es Catedrático de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid. Acceso a la galería fotográfica de la obra a través del icono que encabeza la noticia.

 

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