Aunque ya hablamos de esta Dolorosa con motivo del reportaje realizado por Alfonso Vidán a raíz de la exposición Sevilla Fecit-21, su autor, el escultor e imaginero Salvador Madroñal, nos la hace llegar para profundizar en su última obra con una descripción personal y más fotografías.

Ya comentamos que la imagen abre sus brazos y mira al cielo, desconsolada, en un patético gesto que parece buscar alivio para su aflicción, y que es una obra de candelero para vestir en la línea del barroco sevillano de los siglos XVII y XVIII, con lágrimas de cristal y pestañas naturales en su rostro. El hecho de que porte en sus manos la corona de espinas y los clavos, la ubican en los momentos en los que se queda sola y abatida en el Calvario, una vez que ha sido descendido de la cruz el cuerpo de Jesús.

Para Madroñal, la Dolorosa muestra también facciones delicadas que invitan a la espiritualidad, presentando a María al pie de la Cruz, en el momento que eleva su maternal mirada hacia el Padre aceptando su voluntad. En su expresión queda reflejada la angustia de ver morir a su Hijo. El reconocido artista opina que la escultura religiosa ha de contener calidad y belleza para que sea un encuentro entre Dios y el cristiano, de ahí que nunca repita el mismo modelo y que en cada una de sus obras encontraremos una escultura única.

Además del rico conjunto de bordados de principios del XIX que ha lucido en la muestra -formado por saya carmesí en alusión al color de la bandera de Sevilla y manto interior en color celeste en honor a la Inmaculada Concepción de María Santísima, queriendo con ello el autor hacer referencia a la conmemoración en 2021 del 75 aniversario del título de Mariana de la ciudad de Sevilla-, la Señora se sobreviste de luto, luciendo manto negro por la muerte de Cristo y por todos los que han perdido la vida a causa de la pandemia.

Madroñal insiste en el destacable atavío de la imagen en la exposición. Su vestidor Antonio Sanabria Vázquez ha sabido homenajear, por expreso deseo del escultor e imaginero, a los vestidores sevillanos de finales del siglo XIX y principios del XX, ejecutando un tocado de corte "egipcio" con gasa natural, combinado con distintas piezas de encaje de oro, y todo ello ricamente enjoyado, muy a la usanza de aquellos años.