NUEVA OBRA DE JOSÉ MARÍA MOLINA PALAZÓN
José María Molina Palazón (21/11/2015)
La presente imagen corresponde en su representación iconográfica a la décima estación del Vía Crucis, en la que Cristo es despojado de sus vestiduras, acción que de forma indirecta queda recogida en los evangelios, aludiendo al momento del reparto de la inconsútil túnica (Mt 27, 35; Mc 15, 24; Lc 23, 34; Jn 19, 23-24). El Santísimo Cristo de las Penas Despojado de sus Vestiduras es una obra tallada para la Hermandad del Silencio de La Ñora (Murcia) después de llevar a cabo un profundo estudio y análisis teológico, iconográfico y plástico (a través de diversos bocetos sobre soporte de papel y de bulto redondo por medio del modelado en barro). La madera elegida por su idoneidad ha sido el cedro real, que posteriormente policromé al óleo tras pasar por las diversas fases artísticas que intervienen en la hechura de una escultura de índole lígneo. Su altura es de 178 cm (sin contar el patibulum) y plasma, con una iconografía novedosa alejada de la tradición, este pasaje de la vida y sacrificio por la redención de la humanidad. Dispongo a Jesús en el Calvario antes de ser crucificado. Todo se precipita, busca su equilibrio. A Cristo le han cortado las ataduras del brazo izquierdo y descansado un extremo del patíbulum que ha cargado sobre sus hombros en el rocoso suelo, de su anilla superior pende parte de cuerda sesgada ya, que ha ido atada al tobillo izquierdo del Salvador haciendo más tormentoso su transitar por la vía dolorosa. Con su mano izquierda, de gesto riguroso pero a la vez temblorosa, nos habla de su entrega a la muerte, de su pasión y despojo de la dignidad. La diestra queda atada aún al madero a la espera de ser liberada con la misma brusquedad. Su rostro de caracteres hebraicos queda enmarcado por unos cabellos detallados y mechones largos, inspirados, no en su forma que es de raigambre sureña, pero si en concepto, en los del maestro Juan González Moreno; de la misma manera, a través del estudio del gran pintor del renacimiento alemán Grünewald, desarrollo una policromía en superficie con un complejo traumático de policontusiones y excoriaciones, a la par que en homenaje a su trabajo en la tabla central del Retablo de Isemheim, coloco miméticamente las espinas clavadas y dispersas por torso y piernas, amén de la aparatosa corona de espinas desanudada por el tormentoso avatar de caídas camino del suplicio, que hunde sus pronunciadas defensas en la piel del hombro izquierdo. La composición presenta una pose clasicista, huyendo de forzosos ademanes o gestualidades barrocas. Su anatomía es naturalista, estudiada del natural con claros ecos levantinos. Incorporo como ataduras el esparto oriundo de mi tierra y como contrapunto, frente a la rusticidad, hago uso del detalle preciosista que aportan las lágrimas de cristal que incluso surcan el torso. También hago uso del cristal rojo para emular la sangre que se hace visible hasta en la luenga barba. Finalmente, señalar que, como un detalle historicista y enfatizador de los preparativos para la Crucifixión, del Señor incorporo a la escena un bodegón con elementos martiriales: martillo, tenazas, cuerdas de esparto, el llamado flagrum por los romanos y una esponja con la que dieron de beber a Jesús para disminuir en algo su dolor por tan feroz tormento; todo ello recogido en una cesta delante de los restos de un stipes maltrecho y en desuso, sobre el que se disponen los clavos y del que pende el títulus crucis de singular apariencia. |
Nota de La Hornacina: acceso a la galería fotográfica de la obra a través del icono que encabeza la noticia.
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