Se trata de una efigie de Santa Catalina de Siena, realizada por el joven artista granadino para la Capilla Mayor del Monasterio de Nuestra Señora de la Piedad (Madres Dominicas), de Torredonjimeno (Jaén), a devoción de la familia Román Merchán. Fue bendecida el pasado 1 de mayo por Fray Antonio Larios Ramos, O.P., del Convento de Santa Cruz la Real de Granada, en el referido monasterio jiennense.

La imagen ha sido realizada en madera de cedro policromada al óleo, con partes doradas al agua con oro de ley, y completada con atributos y nimbo realizados en metal plateado. Con una altura algo inferior al natural (155 cm con la peana), el autor ha representado a la santa dominica de pie, con un exagerado contraposto, que busca dar cierto movimiento al simulacro, mientras dirige la cabeza a su lado izquierdo.

En esta ocasión, Santa Catalina aparece como Doctora de la Iglesia, por lo que coronando su cabeza no vemos la tradicional corona de espinas, sino el bonete alusivo al doctorado. En sus manos, llagadas, porta un libro, la cruz -en cuyo centro resplandece el Corazón de Jesús intercambiado con el de la religiosa-, el anillo, que simboliza sus desposorios, y las azucenas; todos ellos, elementos propios de la iconografía de la santa de Siena.

Ha sido representada con el hábito dominico femenino completo, incluyendo el velo negro monjil, que aunque no es propio de la condición de terciaria de Santa Catalina de Siena, se ha mantenido siguiendo la tradición iconográfica granadina, que busca acercar espiritualmente, aún más, su figura -en este caso, por medio de la vestimenta- a las religiosas de vida contemplativa que le darán culto en el monasterio tosiriano. Por último, ceñido a la correa en su lado izquierdo, vemos un rosario realizado con cuentas de azabache.

El dorado ha sido realizado por el dorador granadino Alejandro Pérez, mientras que la orfebrería ha corrido a cargo de los talleres Angulo, de Lucena (Córdoba). Además del modelado y talla de la imagen, la policromía y el mateado del dorado han sido realizados por Fernández Hurtado, completándose el perímetro de la capa, velo y escapulario con encaje de bolillo de oro, recurso muy utilizado en la imaginería granadina del siglo XVIII.