Busto de Santa Catalina de Siena labrado por el escultor e imaginero gaditano en mármol griego de la isla de Tasos, es el de mayor densidad de todos los mármoles, empleado en la ejecución de obras tan famosas como la basílica de Santa Sofía (Estambul) o la escultura "Victoria de Samotracia" del Louvre.

Esta última creación de Antonio Reiné ha sido tallada a tamaño natural (47 x 40 x 35 cm). Su composición triangular es bastante estable. La superficie presenta varias texturas, siendo el semblante lo más pulido aunque sin llegar al brillo para no perder el efecto mate de la piel. La tela que la envuelve muestra las huellas del raspín para así contrastar con el rostro, al igual que la tela de la cofia ha sido también más pulida para crear un contrate con la corona de espinas, lo más rugoso de la pieza.

La ausencia de pedestal es un préstamo tomado de maestros clásicos como Rodin, que lo empleó mucho a lo largo de su trayectoria. Para que el corte no fuera tan violento, Reiné ha dejado huellas de las herramientas de labra; siendo más tosco y virgen en la base y más refinado a medida que asciende. Huellas de puntero, gradina gruesa, gradina fina, cincel plano y raspín, respectivamente.

La figura de la santa aparece con la corona de espinas, en actitud serena y de aceptación e introspección pues fue ella, según la tradición, quien, en unas de sus apariciones, vio a Dios con una corona de oro y otra de espinas, eligiendo esta última para colocársela. La corona, aunque con algunas oquedades, está bastante ceñida, con espinas que tanto se proyectan en el espacio, como se clavan en el paño y la frente.

La disposición de los paños busca unos pliegues que formen unas líneas de fuerza que convergen y conduzcan la mirada del espectador hacia el rostro de la religiosa, tan bello como el real, cuyos ojos excavados es la única parte de la pieza que no responde a una traducción escultórica del natural, sino más bien efectista.