NUEVA OBRA DE JUAN ALBERTO PÉREZ ROJAS

Sergio Ramírez González (18/12/2008)


 

Galería de Fotos

 

Como cada año, cuando se acerca en fechas la celebración cuaresmal, un fluir de actos relacionados con el mundo cofrade comienzan a tomar presencia en los calendarios de los pueblos y ciudades de Andalucía, impregnados todavía del son y ritmo alegre de los villancicos navideños. Algunos cultos religiosos y eventos culturales como conciertos de música, ensayos de costaleros, presentaciones de libros, conferencias y exposiciones, ponen de manifiesto la cercanía de un tiempo en el que el pueblo experimentará la transformación de la naturaleza rememorando la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo. Precisamente ahora, y como si de un reverdecimiento periódico de la profesión se tratara, se sacan a la palestra las obras escultóricas de los más jóvenes artistas, en la que ha sido la VII Edición de la Bienal de Higuera de la Sierra, lugar de nacimiento del maestro al que dedican la muestra, Sebastián Santos Rojas. En esta ocasión, con el añadido adicional de constituir un homenaje al también imaginero e hijo del anterior Jesús Santos Calero.

Nuevos valores de la escultura pasionista se dan cita en la muestra, con la esperanza de recibir la medalla conmemorativa que no sólo reconozca el mérito a una obra concreta, sino que le ayude a relanzar su carrera futura. De entre los concursantes del presente año me gustaría destacar la asistencia del joven imaginero Juan Alberto Pérez Rojas. Nacido en la ciudad de Ronda, en el año 1982, sus inquietudes artísticas de infancia y, por añadido, su apego al mundo cofrade le llevaron, tras acabar los estudios de secundaria, a iniciar la licenciatura de Bellas Artes en la facultad adscrita a la Universidad de Sevilla. Con las miras puestas en finalizar los estudios de Tercer Ciclo, a rematar con la futura defensa de la Tesis Doctoral, Alberto no deja de poner en práctica su gran pasión, esto es, la de conferir alma a un trozo de madera a través del trabajo de gubias y pinceles. Ni que decir tiene, que un punto de inflexión en su aprendizaje lo representó su contacto con quienes fueron dos de sus profesores universitarios, Sebastián Santos Calero (Catedrático de Escultura) y Juan Manuel Miñarro López (Profesor titular de Procedimientos Escultóricos).

Consumados maestros en la materia, a los que él mismo considera sus mentores particulares y de los que ha recibido todo lo bueno que los caracteriza, desde el punto de vista artístico. De este modo, si con el primero aprendió las aplicaciones técnicas en su vertiente más formal vinculadas muy especialmente a la escultura pública y civil, con el segundo consiguió establecer un verdadero discipulado en todas sus facetas desarrollado en su propio taller y durante varios años. Y, allí, entre figuras que denotan una vigorosa expresividad, clásico barroquismo y aires intelectuales y racionalistas, materializadas mediante anatomías puras y rostros retratísticos, consiguió la reválida que le hizo subir el escalón que separa a la futura promesa de la presente realidad.

Así lo está demostrando desde que asumiera la emancipación laboral compartiendo taller con otros compañeros. Los numerosos trabajos ejecutados para particulares quedan en un segundo plano cuando afrontamos los encargos para cofradías y hermandades de la geografía andaluza. Entre ellos, cabría destacar los realizados en su ciudad natal, caso de las esculturas insertas en la canastilla del paso de la Hermandad de la Vera Cruz (ángeles, cartelas y figuras de Santa Elena y Santa Clara de Asís) y las del trono de la Hermandad del Santo Cristo de la Sangre (Profetas, ángeles y cartelas). Sin olvidar, la magnífica restauración que puso en práctica en la imagen de la Virgen del Buen Amor de la Hermandad del Ecce Homo. Ese interés por profundizar en el mundo de la restauración escultórica, tan presente en el discurrir diario de su maestro Juan Manuel Miñarro, le ha llevado también a intervenir en tallas del calibre del Nazareno de las Torres de Álora (Málaga), de Navas Parejo, y más recientemente en la Virgen de la Salud (Francisco Buiza) de la Cofradía de Sanidad de Cádiz, ésta junto a su compañero José María Leal Bernáldez.

Toda la experiencia acumulada, que ya es mucha pese a su juventud, la materializa en la obra escultórica presentada a la VII Edición de la Bienal de Imaginería. Una Dolorosa de candelero para vestir, a tamaño natural e imbuida de los cánones estéticos que caracterizaron a tales imágenes durante el Barroco dieciochesco: hermosura, juventud y mitigada expresión de sufrimiento.

Expresividad corporal patente en las manos entrecruzadas, levemente desplazadas hacia su izquierda en un giro que denota una acusada fuerza de ascensionalidad. En consonancia con un rostro carnoso de dolor contenido, sólo alterado por la profusión de lágrimas de cristal (tres y dos) suspendidas a lo largo y ancho de las mejillas, y las notables bolsas de las cuencas orbitales propias de quien llora desconsoladamente. Un óvalo facial muy marcado, que resalta la colocación de los pómulos y barbilla, para flanquear una nariz afilada de aletas algo dilatadas. La nota intimista de su expresión se traduce en rasgos concretos como la boca entreabierta y los ojos de mirada fija y absorta puesta en el horizonte. Por lo demás, la policromía mate de las carnaciones acentúa el cariz doloroso de la imagen con matices como las cejas arqueadas, el tono carmesí de los labios balbuceantes y el sonrosado de los párpados y mejillas.

En definitiva, una escultura que no hace más que anunciar lo que será seguro una brillante carrera dentro del gremio de escultores andaluces, que se dedican, en pleno siglo XXI, a dar vida mediante tales representaciones a uno de los acontecimientos más importantes en el devenir histórico de la humanidad.

 

Nota de La Hornacina: Sergio Ramírez González es Doctor en Historia del Arte. Si pulsan en la instantánea que acompaña su escrito, tendrán acceso a una galería fotográfica de la obra, realizada por Daniel Villalba Rodríguez.

 

Volver          Principal

www.lahornacina.com