NUEVA OBRA DE JOSÉ MARÍA RUIZ MONTES

Fotografías de Ruperto Leal. Texto de José María Ruiz Montes (12/07/2015)


 

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Este Crucificado para el templo malagueño de San Miguel de Miramar ha sido realizado en madera de cedro policromada al óleo, con unas medidas generales de 210 cm de longitud y 192 cm de ancho. La cruz es de madera de cedro policromada con anilinas, con unas medidas de 427 cm de longitud y 230 cm de ancho. Otros elementos, como el cartel del INRI y el "suppedaneum", están realizados igualmente en la misma madera de cedro. Posee, además, un nimbo, ejecutado en bronce en su color.

El proceso de la obra, cuyo título es Cristo de la Misericordia, se podría dividir en cuatro parte diferenciadas: creación en el papel (imagen inferior); creación en el barro, realizando una maqueta de pequeño formato (40 cm) con la que se estudian concienzudamente las proporciones, anatomía, telas, cabellos y otros elementos, usando un modelo del natural para dicha fase; creación en la madera, en la que se pasa a tallar en un proceso de cubicaje y ensamblado, pasando por los desbastados hasta el modelado fino en el material lignario; y los acabados, desde el proceso de preparación previa de la superficie pasando por el encintado y el estucado, y dejando la superficie preparada para la finalización en el color, con unas bases previas al óleo, pasando a sus tonalidades y texturas, y creando unos efectos y calidades que, en definitiva, culmina en un todo, desde sus inicios en las búsquedas y bosquejos hasta el último toque de pincel en el rostro.

Un Crucificado siempre es una gran oportunidad de aprender disfrutando de la pura esencia de la escultura, ya que deja al descubierto las capacidades más profundas de un escultor, la altura de su talento constructivo y compositivo, y su la sensibilidad del conocimiento del cuerpo humano en toda su belleza natural, a base de volúmenes potentes en los que se entremezclan sutilezas imperceptibles pero fundamentales para que la obra adquiera una plasticidad fuera de lo convencional, teniendo consigo lógicamente un tiempo de elaboración considerable. Para un escultor que a su vez es creyente, es además una oportunidad única de alimentar su conocimiento teológico y profundizar en su alma sobre el sacrificio de Jesucristo en la Cruz.

El cuerpo muestra ambigüedades tensionales en su anatomía, contando con que el cuerpo humano reacciona con convulsiones por la fuerte posición en la que se encuentra, atenazado de pies y manos. La gravedad en vertical del cuerpo agota todo el sistema nervioso y muscular, dando incluso fuertes espasmos, pero he intentado que el rostro de Jesús tenga un semblante sereno dentro del sufrimiento, que exprese calma y diálogo, al igual que sus manos, siempre buscando una línea de unión en el conjunto. Se palpa la tensión en sus miembros superiores, en especial en los antebrazos, en los flexores radiales del carpo, en la fuerte inflamación venosa y arterial, en la tensión plasmada en los bíceps braquiales y en la masa pectoral. En esta zona torácica se percibe toda esa fuerte tensión todavía más acentuada debido a la falta de oxígeno.

Todas las retractabilidades se ven realzadas en los miembros inferiores, muslos y piernas, con mayor énfasis en la zona izquierda: la pierna queda oculta y apoya el peso del cuerpo en mayor porcentaje sobre el "suppedaneum", dando una línea "serpentinata" al conjunto; junto al pecho y los hombros, en la zona del cuádriceps, el recto anterior y en los vastos interno y externo, se contraen y, al igual que en la zona anterior del cuerpo en general, como espalda y miembros inferiores y parte superior de los brazos, se refleja la contracción muscular.

El mensaje evangélico que representa la obra es el instante en que Jesús, dentro de la Séptima Palabra en la cruz, se dirige a San Juan Evangelista y a la Virgen María (Jn 19, 26-28). Con esta conversación de Cristo con su discípulo más amado y su Madre, hago una apología de la "Fraternidad" entre los seres humanos, algo que debería prodigarse más. Cristo nos entrega a su Madre, y Juan nos representa a toda la humanidad. María, por tanto, es la Madre de todos los cristianos y por eso también acoge a todos en su infinita misericordia.

 

 

Nota de La Hornacina: acceso a la galería fotográfica de la obra a través del icono que encabeza la noticia.

 

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