Son piezas de 24 cm de altura, labradas en barro cocido y policromadas al óleo, que forman escenas con destino a un Belén particular, destacando la del Regreso de Egipto a Nazaret -un grupo de cinco figuras- en el que la María advierte a José que el niño está compartiendo sus víveres con un mendigo. Responde por tanto a uno de los numerosos episodios apócrifos que han ido describiendo, a lo largo del tiempo, el peregrinaje egipcio.

Otro grupo formado por una pareja de soldados romanos, uno de ellos a caballo, completa una escena modelada hace unos años: el Mandato de empadronamiento, pasaje pocas veces representado salvo en belenes napolitanos o levantinos -influidos por los primeros, en este caso- y que obedece al viaje que José y María realizan pocos días antes del parto para empadronarse en Belén, pues ambos descienden de la casa de David.

Por último, dos herreros representan una escena de fragua -representativa de los numerosos oficios artesanales plasmados en los mencionados belenes- que será completada por un próximo personaje en el futuro. Al igual que en todas las figuras anteriores, el artista murciano ofrece unas piezas realistas que se interpelan y relacionan entre ellas, llevando vestimentas austeras e historicistas que buscan la naturalidad y el gusto por el detalle.