El reconocido artista acaba de entregar en Úbeda (Jaén) una talla de San Isidro Labrador que ha realizado en madera de cedro policromada al óleo. Mide 1 metro de altura y lleva grecas en las orillas de sus ropajes doradas en oro fino y estofadas con motivos ornamentales propios del Barroco.

Esta escultura responde a la iconografía tradicional del labriego de Madrid que fue canonizado por Gregorio XV en 1622: ropajes propios de la época, como el cuello de gorguera o el calzón corto; cabellos y barba medio largos, que en este caso muestran la peculiaridad de ser rubios, y atributos propios de la labor en las granjas.

La apostura del santo, la gravedad de su maduro rostro y las delicadas manos son detalles idealizados que lo acercan más a los caballeros de sangre noble que a los toscos campesinos de Castilla. Su autor busca el naturalismo a través de los rasgos fisonómicos y los pliegues blandos y dúctiles del atuendo.

El nimbo que luce es de orfebrería, y en sus manos sujeta la herramienta llamada medialuna, usada para las cosechas, y una rama de olivo, el árbol cuyo cultivo forma parte de uno de los oficios y trabajos más relevantes, tanto a nivel económico como social y cultural, del territorio giennense.