San Francisco de Borja. Escultura en madera policromada para el templo valenciano dedicado al santo de Gandía. En ella encontramos dos de los atributos habituales del personaje: la calavera coronada, símbolo de la conmoción que sufrió ante el descubrimiento del cadáver en descomposición de la emperatriz Isabel de Portugal, de la que estaba secretamente enamorado, y la visión de la sagrada forma como metáfora de su singular devoción por el sacramento de la eucaristía.

Aunque el rostro de San Francisco de Borja en la etapa final de su vida nos es muy conocido, gracias a la mascarilla funeraria realizada justo después de su fallecimiento, el autor se aparta del retrato y se ajusta a unas facciones suaves e idealizadas propias de su estilo. Las ricamente decoradas vestimentas sacerdotales de la figura, que en un arrebato místico parece querer ascender hacia la gloria celestial, también se apartan de la severidad habitual del hábito jesuita.