DE LO PICTÓRICO DEL MITO

Natalia Kalis (27/09/2007)


 

La persistencia inmemorial del mito. Desde hace siglos el fatigado Hefestos sigue trabajando en el mundo subterráneo. La Venus acostada, consciente de su belleza, expone su hermoso cuerpo. Dánae, encerrada, recibe a Zeus en forma de la lluvia de oro. El sutil Apolo encuentra a Marsias, Dionisos inclina la cabeza embriagado con el vino. Centenares de representaciones conocidas, pinturas que han calado hondo en nuestra imaginación.

Las representaciones pictóricas de los mitos es uno de los temas más persistentes del arte, una fuente inagotable de inspiración y el ámbito que guarda la riqueza de los arquetipos de la cultura de Europa Occidental.

Desde que Carl Gustav Jung introdujo en la psicología el concepto del inconsciente colectivo, podemos tratar los mitos como el campo en el que éste encuentra su expresión. Sin embargo, hay que descifrarlos, interpretarlos, porque la verdad sobre nosotros, que encierran los mitos, no es fácil de captar. La pintura tiene aquí una ventaja. No utiliza el idioma, por eso puede reproducir mejor la naturaleza no verbal de lo inconsciente. Michal Zaborowski, en su ciclo mitológico de pinturas, emprende de nuevo el reto de interpretar, de re-pintar el mito. Demuestra su inalterable actualidad y su melancolía contemporánea.

Michal Zaborowski estudió en la Academia de Bellas Artes de Varsovia en los años 80. Fue una época en la que algunos artistas, cansados de la búsqueda vanguardista de superar las limitaciones formales, se volvieron hacia una pintura tradicional. La aceptaron como una de las múltiples convenciones accesibles, de igual capacidad que el vídeo, el performance o la acción en el espacio público. No obstante, la lección vanguardista marcó en ellos una profunda consciencia del medio elegido, junto con sus limitaciones y posibilidades.

Michal Zaborowski en su producción unió la tradición de la pintura colorista con la simultánea presentación del estudio del pintor. Casi siempre pinta utilizando a un modelo que elige cuidadosamente. Por eso, también en su reciente ciclo de pinturas, resulta sumamente importante el momento, cuando la persona que posa para el pintor capta el papel que le ha sido atribuido. El momento, cuando el joven que lleva un calzón de colores y un tatuaje en el brazo, se convierte en el dios Dionisos cansado de la borrachera, y la camarera en un delantal blanco se convierte en Dánae cubierta de lluvia de monedas de oro. Representados en un ensimismamiento característico para el pintor, se sumen en la melancolía. Es el momento cuando buscan la unión entre lo que viven en su interior y la convención que permite expresarlo.

En los lienzos de Zaborowski el delicado ambiente de cansancio se corresponde con la sutileza de la ejecución: la escala de colores es refinada, las luces, las sombras y los matices proporcionan el efecto de una superficie vibrante. En la pintura, por supuesto, el tema tiene la misma importancia que los medios por los que se realiza. El artista subraya, que el mismo proceso de pintar supone para él un placer y, al emprenderlo, proporciona placer al observador.

La pintura es un objeto singular porque apela al intelecto, estableciendo un tipo de juego sociológico con el espectador, pero también apela a los sentidos, celebrando el mundo representado en su dimensión sensual. Y, como el mito contiene un lado constructivo y otro destructivo, toda la riqueza potencial del ámbito al que se refiere dicha representación pictórica, se representa del lado del placer. Porque incluso en la melancolía encuentra la belleza.

 

Hasta el 17 de Octubre en la Sala de Exposiciones
del Palacio de Pimentel de Valladolid

 

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