NUEVA OBRA DE ANTONIO JESÚS YUSTE NAVARRO PARA CIEZA (MURCIA)
Juan Carlos Montiel Botía (03/07/2009)
Antonio Jesús Yuste Navarro, escultor murciano nacido en Cieza, es propietario de un marcado carácter inquieto que le incita a experimentar en torno a los estrechos márgenes que la imaginería de hoy impone a sus artífices. Márgenes que de cotidiano constriñen y frenan la expresividad de innumerables imagineros (y de los que él también ha sido víctima en sus inicios), le sirven, en la actualidad, a nuestro protagonista para tomar impulso en la delicada tarea de renovar su lenguaje, asumiéndola como un reto personal y un servicio al arte.
La vanguardia artística considera, hoy por hoy, a la imaginería como un arte decadente más propio de artesanos que de artistas. Antonio Jesús, ante dicha aseveración y dada su formación académica superior, se rebela; ya que, como hombre de su tiempo a la vez que apasionado por el arte religioso que ha jalonado toda su vida, necesita dar respuesta a su impulso creativo sin traicionar este sentimiento.
Aprovechando todas las herramientas de su formación universitaria, sin confundir creatividad con reiteración -como muchos de los que hoy se dedican a pulular en este, por su culpa, denostado arte que es la imaginería- y mirándose en todos aquellos maestros que fueron capaces de erigirse en artistas a través de ella, Yuste Navarro ha iniciado este proceso del que vamos a dar cuenta. El mismo se ha gestado en la institución universitaria que, a partir de ahora, no podrá permanecer indiferente ante la potencia de este nuevo lenguaje con el que Yuste Navarro ha dotado a su nueva obra, y que propiciará la transición de este desgastado arte hacia la vanguardia del siglo XXI.
Utilizando los recursos inherentes de una instalación ha creado todo un mundo lleno de simbolismo para lanzar un mensaje al espectador. Su propuesta, como ya hemos dejado entrever más arriba, trata de transcender los límites de la imaginería para actualizarla, liberándola de servidumbres. Para ello, Yuste Navarro ha jugado con una serie de elementos tradicionales a los que ha impregnado de contemporaneidad, deconstruyendo un contexto previo y fácilmente reconocible -por manido y, por ende, poco efectivo- para reedificarlo, de manera que vuelva a lucir en todo su esplendor reivindicativo y de denuncia.
Los Niños de Pasión, tan populares en los ambientes monjiles de épocas anteriores y que, bajo terribles iconografías, dulcificaban la Pasión del Redentor, llegaron a poseer una producción tan prolífica que trivializó el tormento del Varón, hasta tal punto que dejó sin efecto su propósito: la conversión al Amor de Cristo. Esta producción reiterativa -aún activa- da la razón a aquellos que insisten en degradar este arte en artesanía obsoleta y decadente. Circunstancia que es aprovechada por nuestro autor para demostrar que, con creatividad, se puede y se debe desembarazar a la imaginería de fardos pesados que tratan de ahogar su expresividad.
Para ello, Yuste Navarro crea un modelo de niño que, a partir del natural, reproduce fielmente un bebé. Un ser despojado de toda idealización, sujeto a sus proporciones reales, en contra de las que, tradicionalmente, observamos en los típicos Niños de Pasión, con una morfología que responde más a la de un adulto que a la de un recién nacido. Este nuevo enfoque antropométrico es una herramienta poderosísima de la que el artista se va a servir, ya que por sí misma va a conmocionar al espectador que la contempla -pues no le ofrece aquello que espera- al tiempo que va a fijar su atención inexorablemente.
La imagen infantil, concebida para ser vestida con tejidos naturales, permite al autor utilizar esta circunstancia para incidir en la contemporaneidad de lo representado; así, la descubrimos ataviada a la manera en que los progenitores llevan a sus hijos a bautizar. Esto la hace más cercana y entrañable, lo que, en contraste con el magnífico trabajo polícromo de la obra, hace que su contemplación sea un revulsivo en las entrañas del espectador: descubrir en un bebé -que puede ser nuestro propio hijo- el ultraje sufrido por Cristo en su Pasión, con toda su crudeza, con toda su carga de angustia, hace que haya un antes y un después en el que lo contempla, pues la huella que en el alma deja la obra permanecerá indeleble en su inconsciente.
De una forma tan hábil, nuestro autor ha conseguido, actualizando el lenguaje y sus formas de expresión, renovar el mensaje. Convertir lo bonito en algo revulsivo, transformar la costumbre en novedad, liberar de sus límites lo que no debería estar nunca acotado. En definitiva, hacer de Cristo Ayer un Cristo Hoy y Para Siempre, a través de una de las disciplinas artísticas que siempre lo han hecho: la imaginería.
Nota de La Hornacina: Pulsando sobre cualquiera de las dos imágenes que
acompañan la noticia, tendrán acceso a una galería fotográfica de la escultura.
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