Francisco Romero Zafra tiene la voluntad explícita de representarnos, de manera muy acorde a los cánones de belleza actuales, la sensualidad mística de María. Considera la sensualidad, junto a la expresividad y la dulzura, como una de las claves fundamentales de la representación mariana.

Sus Dolorosas no están apresadas en la servidumbre conceptual del canon neobarroco, como en su tiempo lo han estado las de Buiza, Álvarez Duarte o Dubé de Luque, entre otros. Juega con elementos tan valiosos para la construcción de la imagen mariana neobarroca como la juventud, la idealización y la belleza, pero trasciende el fenotipo de la Dolorosa amuñecada y racial que ha predominado en los últimos cincuenta años.

Su última creación mariana es una talla de candelero con destino a la localidad malagueña de Vélez-Málaga, donde fue presentada y bendecida el pasado 3 de diciembre. Su advocación es Estrella Madre de la Iglesia, y al haber sido labrada para la cofradía que procesiona el pasaje de la Resurrección, de ahí que su expresión se halle a medio camino entre el abandono del llanto y el inicio del alborozo.

En su relectura del neobarroco andaluz, el escultor e imaginero cordobés nos propone una Dolorosa ciertamente joven pero no adolescente, despojada de esa inocencia pétrea del modelo tradicional. Sus obras tienen una belleza nada limitada a los estereotipos de una región geográfica determinada.