LA BAJEZA DEL LINCHAMIENTO

Jesús Abades (27/02/2023)


 

 
 
"Before You Gossip, Ask Yourself This..." (Mick Wiggins)

 

Decía la crítica argentina Marta Traba que las llamadas "críticas destructivas" son las que debían prevalecer en las artes plásticas frente a las "constructivas", pues estas eran demasiado paternalistas y todo lo absolvían y redimían, mientras que las "destructivas" eran más eficaces y acertadas para los auténticos artistas, ya que solo sobrevivían a ellas los que poseían los justos valores que así se lo permitían.

La frase es cuanto menos lapidaria (la misma Traba se consideraba una crítica subjetiva, interesada y llena de malas pasiones) pero reconozco que hoy cobra actualidad con tanto revoltijo artístico de cuarta división que nos desborda, sediento de ego y protagonismo. Un cotarro de artistas mediocres sin apenas valor, esos de los que renegaba la periodista Paloma Chamorro (otra que se nos fue pronto y mal) por no haber en ellos más que exigencias y pretensiones frente a la humilde grandeza de los que eran genios de verdad.

Quizás el problema no es tanto la crítica como de quien parte dicha crítica, sobre todo si a su nula formación se une algo enquistado en nuestra sociedad gracias al periodismo artificial, el mal uso de las redes sociales o los podcasts asalvajados: el juicio fácil que antepone la reacción de la audiencia (o de los followers) a lo que se critica, que en el fondo importa menos de lo que parece. El ego entonces se antepone al ego, el protagonismo al protagonismo, y muchas veces la crítica hasta es peor que lo criticado.

Perpetrar un esperpento plástico (algo que, por otro lado, puede ser compartido o no) puede justificar las fuertes críticas al mismo, pero en ningún caso un linchamiento a nivel personal del autor, ni siquiera incluso profesional si posee una trayectoria que se merezca un respeto, sobre todo si ese linchamiento viene de una ignorancia ciega y falsamente moralista. Ni siquiera si las críticas van acompañadas de una buena voluntad a favor de la dignidad artística. El mensaje en estos casos suele ser hipócrita y vengativo.

Aun en el caso de tener su lógica, que como digo no siempre la tiene, difamar no es la mejor opción (y si hace falta, soy el primero que se mete en el carro del escupitajo), aunque lo pintado, esculpido, diseñado, etcétera, merezca persecución por el Código Penal. Por no hablar del cinismo que, amparados en la masa digital, ejercen quienes llaman ofensa a lo que en realidad es crueldad gratuita. Y lo peor, además, es que está de moda.

 

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