HAITÍ: ESCOMBROS A LOS ESCOMBROS

Carmen de Tortosa


 

 

Muchas veces me paro a pensar en el tópico de "estar en el momento preciso, en el sitio adecuado", algo que también podría interpretarse en sentido negativo: "estar en el momento menos oportuno, en el sitio equivocado". Parece una memez, pero es algo que puede marcar nuestras vidas para siempre.

De no haber ido a tal colegio, mis amigas y amigos hubieran sido otros; si no hubiera asistido a aquella fiesta de Halloween, no me habría encontrado con quien actualmente es mi pareja; si el día en que mis padres se conocieron, no hubieran hecho el amor, ¿dónde estaría yo? Y así, un sinfín de cosas.

Esta reflexión inicial viene a cuento del terrible terremoto de Haití. Por ejemplo, ¿cuántas personas estarían allí de viaje, como consecuencia de una conversación entre amigos que, casualmente, coincidieron un día tomando una copa y acabaron planeando ese viaje? En ocasiones, los saltos que da el destino son mortales.

 

 

Me uno al dolor y la tragedia de Haití, el país más pobre de Latinoamérica y uno de los más pobres del mundo. Un país que conozco, denostado por la miseria y por las ONG, que nunca han hecho nada para paliar el desastre. Ha tenido que venirse abajo por un terremoto, para que la gente abra los ojos a su terrible realidad.

Hasta hace unos días, Haití era un tercer mundo más, tipo Sierra Leona o Bangladesh, carne de colonialismo sobre la que había mucha ignorancia. Ahora es una ruina cuajada de cadáveres, un escombro mutado en muchos más escombros, que muchos oportunistas, (la mayoría, conocedores de su situación pre-seísmo, pero pasaban del tema), se pelean por levantar con su hipócrita careta de salvamundos.

Eso sí que es pobreza de espíritu, la que hemos tenido todos con Haití; unos por desconocer su estado y otros (entre los que una servidora se incluye) por conocerlo y no mover un dedo al respecto. No es la pobreza de espíritu que denuncia el Obispo Munilla, quitando importancia a semejante hecatombe, o las injustas culpas que echa al pueblo haitiano el siniestro telepredicador de los Estados Unidos, al que sólo le falta decir, a duo con el anterior, o mejor a trío con el Arzobispo Martínez haciendo palmas, que de las hambrunas sólo son culpables los africanos.

A veces, los escombros son también humanos.

 

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