EL ÚLTIMO MITO

Jesús Abades. Con información de Fausto Fernández, Carmelo Arcos y Jorge de Cominges


 

 

Se nos ha ido uno de los últimos grandes mitos del cine más dorado. Quizás el más mítico de todos. Nos quedan ya pocos: Kirk Douglas, las hermanas Joan Fontaine y Olivia de Havilland, Sophia Loren... Es inútil matar el tiempo, es el tiempo el que nos mata a todos y el que nos recuerda que, por mucha divinidad que les demos a algunas personas, todos somos mortales.

Desde sus inicios con las aventuras de Lassie (ese pedazo de collie con nula vida sexual, fruto de la censura Metro Goldwyn Mayer), al lado de su, desde entonces, amigo Roddy McDowall, la diva de los hipnóticos ojos violeta (que ha dejado a la ciencia para su estudio) coleccionó matrimonios (el más sonado con Richard Burton, con el que también formó pareja artística en numerosas ocasiones), memorables interpretaciones y un buen puñado de películas que forman parte de nuestro sagrario cinematográfico hasta acabar dejando el cine de lado para defender causas humanitarias. Su salud, siempre débil, fue su gran enemiga.

Rodó en España, concretamente en la Costa Brava, la escena crucial de una de sus mejores películas, De Repente... El Último Verano (adaptación del año 1959 de una obra de Tennessee Williams, dramaturgo del que se cumple en 2011 el centenario de su nacimiento), si bien la censura española prohibió su exhibición durante mucho tiempo en virtud de la imagen negativa, famélica y caníbal que ofrecía de nuestro país. En La Gavina de S'Agaró todavía recuerdan la forma en que se tiraba sobre la cama con el incendiario bañador mojado, llenando de sal y arena unos venerados y costosos sobrecamas que, de inmediato, sustituyeron por otros más económicos.

Brava y leal, defendió la lucha contra el sida y los paparazzis, a sus hijos (si fue acusada de voluble con los maridos, nadie le discutió nunca su cualidad de madraza) y a sus amigos, entre los que se contaban Peter O'Toole, Michael Jackson, Rock Hudson o Montgomery Clift, el cual, elegido a sus instancias para interpretar el papel del cirujano en la anterior película, era incapaz de recordar su papel debido a su adicción a las drogas desde su accidente de coche y sus monólogos se le redujeron a la mínima expresión. Productor (Sam Spiegel) y director (Joseph Leo Mankiewicz) trataron de despedirlo, pero ni ella ni su compañera Katharine Hepburn estuvieron dispuestas. Taylor, en su mejor tono combativo, fue tajante: "¡Sobre mi cadáver!".

Su encuentro con Richard Burton en el set romano de Cleopatra (el rodaje desastroso por excelencia, por el que Taylor -al no tener muchas ganas de interpretar el papel y pedir, medio en broma, medio en serio, un millón de dólares que al final recibió- se convirtió en la actriz mejor pagada de la historia) levanta chispas. Ambos iniciaron un tórrido romance abandonando a sus respectivos cónyuges, lo que provocó una drástica condena moral por parte de la Santa Sede. Entre joyas (gran debilidad de la diva, que atesoró algunas de las más codiciadas del mundo), perros e hijos (propios y adoptivos), escenificaron sus peleas domésticas en películas como La Mujer Indomable (adaptación de La Fierecilla Domada de William Shakespeare), La Mujer Maldita o ¿Quién teme a Virginia Woolf?, transgresor filme para la época que constituyó, sin duda, el mejor junto con Cleopatra que rodaron juntos. Divorciados en 1974, vuelven a casarse al año siguiente y a separarse, definitivamente, en el año 1976. Ni que decir tiene que jamás se olvidaron y que Taylor se comportó como una viuda sin consuelo cuando Burton murió en 1984.

Pese al periodismo-cuore de sal gorda tabernaria que la asoló en los últimos años (ese del tipo Ana Rosa o Cristina Tárrega que tanto gusta en la ceporra piel de toro) para diseccionar su decadencia física y recrearse en sus polémicos amoríos y sus operaciones de cirugía estética (a pesar de que se rejuveneció espléndidamente y conservó su belleza con total naturalidad), obviando su impresionante trayectoria y sus calidades interpretativas, mantuvo incólume su estrella con esa gracia que solo poseen las que saben ser realmente grandes.

Gigante, Un Lugar en el Sol (¿ha habido pareja más bella en el cine que Clift y Taylor?), Ivanhoe, La Senda de los Elefantes, Reflejos en un Ojo Dorado, El Árbol de la Vida, El Pájaro Azul, La Gata sobre el Tejado de Zinc y otros títulos inolvidables forjaron todo un clásico que actualmente está amueblando su mansión en el Olimpo del cine, ese que tanto ha influido y sigue influyendo en nuestra educación sentimental.

 

Nota de La Hornacina: Nuestro agradecimiento a la revista Fotogramas.

 

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