SANTA FE

Manuel Ganivet Jiménez y Jesús Abades (04/07/2008)


 

 

De Málaga nos vamos ahora a Granada, concretamente a la ciudad de Santa Fe, famosa por las Capitulaciones firmadas por los Reyes Católicos (1491-1492) con el rey musulmán Boabdil y el almirante Cristóbal Colón, las cuales supusieron el fin de la Guerra de Granada y la conquista de América, respectivamente.

Los fuertes terremotos sufridos a finales del XVII provocaron la pérdida de buena parte del patrimonio inmueble edificado entre los siglos XV y XVI en esta villa, construida en un principio como campamento real. Por fortuna, algunas muestras de la escultura religiosa de la época lograron sobrevivir a la destrucción.

Pese a ser un especial sobre escultura sacra, el gran interés de la Iglesia de la Encarnación, de sus famosas puertas y de varias de las pinturas conservadas en el interior de la parroquial, antigua colegiata, nos obliga a detener la vista en tales piezas que conforman el tesoro artístico de este municipio de la Vega de Granada.

 

   

 

A la izquierda, detalle de la Iglesia de la Encarnación, proyectada por el prestigioso arquitecto Ventura Rodríguez en el año 1771. Su diseño, a medio camino entre el estilo herreriano y el neoclasicismo de influencia francesa, influiría doce años después en otra pieza capital del autor: la fachada de la Catedral de Pamplona. El antiguo templo de finales del XV, mandado a construir por los Reyes Católicos, fue demolido debido a los daños sufridos por un terremoto, a lo que había que sumar la pobreza de sus materiales y la estrechez de su espacio. Las obras del nuevo recinto, levantado en el solar del anterior, fueron dirigidas por el arquitecto Domingo Antonio Lois de Monteagudo. Además de la imponente portada, coronada por dos altas torres ochavadas, destaca del edificio la elegante Capilla del Sagrario, de planta circular.

En el centro, imagen de San Agustín, patrón de la localidad, que se venera en una de las hornacinas acristaladas de la Capilla del Sagrario. Es una interesante obra de talla completa, relacionable con la escuela del maestro granadino José de Mora, que responde a la iconografía tradicional de uno de los doctores de la Iglesia, de ahí que lleve las ropas episcopales y la mitra, así como el báculo en su mano derecha y un pequeño templo en la izquierda, esta última un símbolo de su importancia como teólogo de la Iglesia Católica.

A la derecha, detalle de uno de los excelentes lienzos de Fernando Marín Chaves que se conservan en el templo. Este en cuestión representa el misterio que da título al templo: la Encarnación de la Virgen; es por ello que se halla colocado en la capilla mayor, siendo una de las obras más destacadas de un pintor, seguidor tardío de Alonso Cano, que llegó a ser director de la Academia de las Tres Nobles Artes de Granada.

 

   

 

El casco histórico de Santa Fe, famoso por su regularidad y su distribución en manzanas rectangulares -no en vano, se considera precedente y modelo del urbanismo de varias ciudades latinoamericanas-, queda rematado por cuatro puertas monumentales: la de Granada, la de Sevilla, la de Jerez o de Loja, y la de Jaén o de la Virgen de Belén, imagen esta última vinculada con el escultor José Risueño. Todas las puertas daban acceso al antiguo campamento de los Reyes Católicos en el Real Sitio de Santa Fe y fueron reconstruidas a partir de 1698 como consecuencia de los intensos seísmos que afectaron seriamente a la villa. Fue entonces cuando se les añadieron en su parte superior unas capillas barrocas que albergan pinturas y tallas marianas de notable interés.

La Virgen del Carmen, por ejemplo, se venera en la Puerta de Jerez (fotografías de la izquierda y del centro), situada en la zona oeste de la ciudad y vuelta a reconstruir en 1952 tras ser derribada en 1912. La imagen es una bella obra dieciochesca de candelero para vestir y pequeño formato, labrada seguramente por un artífice de la escuela granadina. Lleva valiosas preseas rocallas de plata, coetáneas a su ejecución.

A la derecha, la Virgen de los Dolores, imagen titular de la Puerta de Sevilla, en el sur de Santa Fe. Talla para vestir del siglo XVIII, en sus inicios era conocida como Nuestra Señora de la Amargura. Podemos atribuirla al círculo de los Mora, destacada familia de escultores granadinos. Mide 155 cm de altura y se caracteriza por sus grandes ojos marcados por la tristeza y la expresión de máximo dolor por la muerte del Hijo. Fue restaurada en el año 2002 por Actuaciones en Conservación y Restauración de Arte (AGRA), de Peligros (Granada).

 

   

 

A la izquierda, la efigie marmórea de la Virgen del Popolo, la más antigua de la ciudad (siglo XVI), venerada también en la Puerta de Sevilla, concretamente en una hornacina situada en la parte inferior del arco, a pie de calle. Hablamos de un espléndido ejemplar del renacimiento andaluz, de fuerte influencia italiana, que muestra a una Madonna de empaque helénico y gran corrección formal.

En el centro, la imagen del Cristo Yacente. Al igual que la Virgen de los Dolores, se venera en la Puerta de Sevilla y es titular de la Hermandad del Santo Sepulcro y Nuestra Señora de los Dolores. Es pieza de tamaño ligeramente inferior del natural, fechable a finales del siglo XVI, que fue restaurada por AGRA en 2002.

A la derecha, la Virgen de la Aurora, una interesante talla letífica de dimensiones inferiores al natural, catalogada como pieza anónima de finales del siglo XVII. Aparece sedente, sobre trono de nubes flanqueado por querubines alados, con un cetro en su mano izquierda -aunque, a veces, también lleva un ramito de flores- y un banderín celeste con el anagrama de María en la derecha. Por su fisonomía, el modelado de los cabellos y los abultados ropajes podemos relacionarla con las creaciones del imaginero granadino Diego de Mora (1658-1729), hermano del famoso José de Mora que trabajó en el taller paterno de Bernardo de Mora hasta que abrió obrador propio en 1682. Como las tres piezas anteriores, se conserva en la Puerta de Sevilla.

 

   

 

A la izquierda y en el centro, la Virgen del Rosario y la Puerta de Granada donde recibe culto. La talla aparece en uno de los altares montados en la ciudad para su famosa procesión del Corpus Christi. Es una bella obra de vestir, adjudicable también a la órbita de los Mora (siglo XVIII), que porta al Niño sobre el brazo izquierdo mientras sujetan entre ambos el atributo que le da su advocación. El edificio, como hemos apuntado, fue reconstruido tras el terremoto de 1698. Está en el este de la ciudad y muestra en su interior una exuberante decoración barroca a base de retablos, yeserías y pinturas con motivos alegóricos, vegetales y florales.

En 1498, un gran número de gallegos que llegaron a Santa Fe para luchar en la Guerra de Granada, deciden construir una ermita, de ahí el nombre de la misma. Actualmente, se la conoce como la Ermita del Cristo de la Salud, ya que en ella se venera tan interesante imagen, un crucificado del siglo XVI (imagen de la derecha) atribuido al círculo de Pablo de Rojas. De esta ermita, edificada a finales del XVII al declararse en ruina la primitiva, destaca también el retablo principal y riquísimo camarín octogonal del Cristo, decorado con yeserías policromadas, ambos del siglo XVIII, así como una bella imagen de busto de Santa María Magdalena, posiblemente coetánea al crucificado, que recibe culto a los pies del mismo en el altar mayor.

 

   

 

En la Ermita de Nuestro Señor de la Salud podemos ver también otra efigie de la Virgen del Rosario (imagen de la izquierda), de candelero para vestir y marcado hieratismo y frontalidad en su semblante. La Madre sostiene al Niño en su mano izquierda y porta el cetro en la derecha como símbolo de su divina realeza. Lleva larga cabellera de pelo natural y ojos vítreos que están insertados en su mascarilla. Su ejecución también puede ser coetánea a la del venerado crucificado.

Por último, volviendo a la Parroquia de la Encarnación, nos encontramos en la Capilla del Sagrario otras dos esculturas en madera policromada de gran mérito: el Jesús Nazareno (foto del centro) y el Amarrado a la Columna. El primero, titular de la popularmente conocida como "Cofradía de los Gitanos", es también atribuible al círculo de Pablo de Rojas, paisano y maestro del célebre escultor Juan Martínez Montañés. Mide, aproximadamente, 190 cm de altura y luce corona de espinas superpuesta. En su salida procesional del Martes Santo suele llevar también peluca de cabellos naturales.

Respecto al Cristo Amarrado a la Columna (foto de la derecha), se cataloga como una de las mejores efigies de Santa Fe y algunos autores señalan como autor al granadino Pedro de Mena o a un destacado discípulo o seguidor de su arte. Sin embargo, y aun compartiendo algunos grafismos de Mena, tanto el acusado dramatismo como la cruenta composición de esta soberbia pieza del XVII, nos llevan a replantearnos dicha consideración.

 

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