TRICENTENARIO DEL ESCULTOR FRANCISCO GUTIÉRREZ ARRIBAS
PIEDAD

Con información de Rebeca Carretero Calvo (15/01/2024)


 

A pesar de ser uno de los introductores del neoclasicismo en España y el autor de una de las esculturas más famosas del país, la figura del abulense Francisco Gutiérrez Arribas sigue siendo apenas conocida por el gran público. Al cumplirse en 2024 los 300 años de su nacimiento, tenemos ahora la ocasión, aunque sea brevemente, de acercarnos a su estilo y trayectoria a través de varias de sus obras.

 

 

En 1746, con tan sólo 22 años de edad, Francisco Gutiérrez Arribas (San Vicente de Arévalo, Ávila, 1724 - Madrid, 1782) fue pensionado a Roma por la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando (Madrid) para continuar sus estudios de escultura, iniciados cinco años antes en el taller madrileño de Luis Salvador Carmona. Precisamente, entre 1766 y 1782, año de su fallecimiento, Gutiérrez Arribas fue profesor de escultura en la citada institución académica, siendo considerado en su tiempo como uno de los mejores artistas del país.

Los escritos del historiador Antonio Ponz sobre sus viajes por nuestro país fueron publicados en 1772. Según sus propias palabras, él mismo aconsejó al cabildo catedralicio de Tarazona (Zaragoza) que encargaran la escultura de la Piedad a Gutiérrez Arribas. La capilla que la alberga en la catedral turiasonense, con retablo de Francisco de Messa, fue construida y dotada gracias a los fondos que Esteban Vilanova y Colomer, obispo de Tarazona, fallecido en 1766, reservó para ello. Todos estos datos suponen que la Piedad tuvo que ser realizada por Gutiérrez Arribas entre 1766 y 1772.

La Piedad, de gran belleza y calidad artística, pieza que, en la actualidad, saca en procesión la hermandad que lleva su nombre en Semana Santa, sigue muy de cerca el modelo creado en 1761 para la Catedral de Salamanca por Luis Salvador Carmona, maestro de Gutiérrez Arribas. Esta escultura responde plásticamente al neoclasicismo, estilo, como hemos apuntado, introducido en nuestro país por el propio Gutiérrez Arribas a la vuelta de su larga estancia en Roma como pensionado por la Academia de San Fernando, de la que llegaría a ser uno de sus más notables profesores. Con todo, en esta ocasión, el abulense conjugó magistralmente la fuerza de la devoción popular con los principios académicos de un hondo bagaje clasicista que él mismo enseñaba a sus alumnos.

La composición, triangular y perfectamente equilibrada, tiene como eje principal a la Virgen, que, sentada, sostiene el cuerpo de Jesús, que parece dormido aunque realmente está sin vida. La dulzura de los rostros de ambos, el dolor y el sufrimiento contenidos de María, así como su gesto al tomar la mano inerte de su Hijo, la alejan del modelo de Carmona (inspirado a su vez en la Piedad vaticana de Miguel Ángel), todavía barroco al exhibir dramáticamente el desconsuelo de la Madre y claramente el fallecimiento de Cristo, y la aproximan al neoclasicismo, otorgándole personalidad.

El plegado de los paños, particularmente realista y decorativo en el velo de María, y su opulencia, en concreto en el manto de la Virgen que envuelve y casi enmarca las esculturas, han sido creados con gran gusto, en parte conseguido gracias a la armoniosa policromía aplicada, totalmente neoclásica con tonos planos (ocre, azul y rojo) que limita el oro al biés del manto y la túnica de la Señora, sin restar un ápice de protagonismo a la talla.

 

Foto: Catedral de Tarazona

 

FUENTES

CARRETERO CALVO, Rebeca. "La capilla de la Virgen de los Dolores de la catedral de Tarazona (Zaragoza), obra de José Cándido Basurte, Francisco de Messa y Francisco Gutiérrez (1773-1774)", en Artigrama, n º 22, Departamento de Historia del Arte de la Universidad de Zaragoza, 2007, pp. 596 y 608-610.

 

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