CENTENARIO DE BOURGEOIS (II)
TÓTEMS
Según sostiene la propia Bourgeois, la decisión de dedicarse a la escultura proviene de una especie de revelación ligada a su vida cotidiana. Una mañana, a fines de los años 40, al encontrarse sola en casa después de que se marchasen su marido y sus tres hijos, para conjurar el sentimiento de soledad e inquietud empieza a recortar botellas de leche, a doblarlas y a colgarlas en la pared. Son sus primeras obras escultóricas, prismas rudimentarios pintados de negro, aislados o agrupados entre sí al igual que sus tótems. Ese sentimiento de soledad y de nostalgia es también la razón de ser del conjunto de esculturas que Bourgeois expone en 1949, en la Peridot Gallery de Nueva York: postes de madera pintada, de aspecto totémico, que evocan, a decir de la artista, a aquellos amigos y familiares que ha ido dejando atrás. Todas estas figuras, que terminan en punta, estaban diseñadas para ser clavadas en el suelo, pero el director de la galería se opuso y Bourgeois se vio obligada a fabricarles un pedestal. La base puntiaguda remitía a la idea de la fragilidad humana, a la dificultad de mantenerse en pie, y contrastaba con la verticalidad hierática del resto de la pieza, estableciendo así una oposición entre fuerza y vulnerabilidad que reaparece constantemente en su obra. El aspecto más llamativo de estas obras es su disposición en el espacio, algo primordial ya que expresa las relaciones que establecen y forma parte integrante de ellas. Algunas permanecen aisladas, otras forman parejas o densos grupos entre los que puede circular el espectador, mezclándose con estos extraños personajes. La abstracción primitivista de Brancusi está presente en los tótems de Bourgeois. Esto es obvio y reconocido tanto por la autora como por los estudiosos de su obra. Podemos ver en "Mujer mirándose en el espejo" de Brancusi (1909), origen de Princess X, una forma claramente fálica que proviene, sin embargo, de la extrema simplificación o esencialización, característica del artista rumano, de una mujer de largo cuello mirándose en un espejo. El falo con los testículos son, al mismo tiempo, el rostro, el largo cuello y los pechos de una princesa. Esta búsqueda de fusión entre lo femenino y lo masculino la volvemos a encontrar en la escultora francesa en su emblemática Fillette 1968/82, falo duro y rígido y a la vez que suave y vulnerable, fusión expresada en el propio título, "chiquilla", y en la constitución física de la obra: una capa suave y flexible de látex cubre el yeso rígido dotándolo de una mezcla de suavidad y rugosidad que es, por lo menos, ambigua. La fusión de lo masculino con lo femenino está también presente en la Création de la Femme (1894), de Rodin, pero con una clara supeditación, un tanto machista, de lo femenino a lo masculino: el falo se entiende como la materia primigenia de la que surge lo femenino. Esta supeditación de la mujer al hombre no existe, como era de esperar, en la obra de Bourgeois, muy vinculada a los movimientos feministas, pero tampoco en el arte prehistórico ni en la obra de Brancusi, por cierto. Ese indudable aliento primitivista de los postes hieráticos de la Peridot Gallery, pintados de blanco en su mayor parte y cuya verticalidad ha sido comparada con Giacometti, se explica con el contexto histórico en que se gestaron: el marido de Bourgeois, Robert Goldwater, había publicado en 1938 uno de los libros más influyentes sobre el primitivismo en las vanguardias; los horrores de la Segunda Guerra Mundial y del Holocausto cuestionaron aún más los valores de la civilización occidental en las vanguardias de la primera mitad de siglo: el arte primitivo pasó a cumplir, en el desarrollo del arte moderno en Nueva York, un papel similar al que había representado en París a principios del XX; en 1946, el MOMA organiza una gran muestra de arte oceánico que será recibida como un acontecimiento por todos los jóvenes pintores de la Escuela de Nueva York, y dos años después Barnett publica su famoso ensayo en el que reivindica la tradición de la escultura precolombina. No es extraño que, inmersa en todo este ambiente, Bourgeois dote a sus personajes de un marcado carácter totémico, aunque quizás sea probablemente la función "mágica" que les atribuye, su carácter de objetos-fetiche, la que en último término los emparente con los modelos primitivos. |
FUENTES BASEGA CALVO, Pilar. "Louise Bourgeois. Simbolismo y Fragmentos en la Posmodernidad", en Anales de Historia del Arte, nº 20, Madrid, 2010, pp. 301-319. MAYAYO, Patricia. "Louise Bourgeois", en Arte Hoy, nº 15, 2002, pp. 9-14. |
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