CENTENARIO DE LUIS ORTEGA BRU
TRASLADO AL SEPULCRO

Sergio Cabaco y Jesús Abades


 

Nacido en el municipio gaditano de San Roque, el 16 de septiembre del año 1916, Luis Ortega Bru provenía de una familia de alfareros, de ahí su temprana afición al modelado en barro. En 1933, tras dos años de dibujo junto a los hermanos José y Juan Domingo de Mena, comienza sus estudios de arte en la desaparecida Escuela de Artes y Oficios de La Línea de la Concepción. Tras la Guerra Civil, de cuyas dramáticas consecuencias para el artista hablaremos en la próxima entrega, trabaja unos años en su localidad natal, donde expone sus obras por primera vez. Gracias a un premio de artesanía se traslada a Sevilla en 1944. Allí ejerce al principio de ceramista, y también de miniaturista en el taller de Juan Pérez Calvo. Sus conocimientos escultóricos los completa en la Escuela de Artes Aplicadas de Sevilla, donde tiene como maestro al también gaditano Juan Luis Vassallo.

 

 
 
Fotografía: Juan Antonio García Delgado

 

Pese a las modificaciones sufridas posteriormente, el misterio procesional de Bru para la cofradía hispalense de Santa Marta ha sido siempre calificado como una de las más felices creaciones del neobarroco sevillano. Para historiadores como Bernales Ballesteros era el paso de misterio más importante de los últimos tiempos del siglo XX. Martínez Alcalde incluso llegó a considerarlo lo más superlativo labrado por los cinceles modernos; una obra que seguía la línea del Siglo de Oro e incluso la mejoraba en detalles como la esmerada recreación particular de cada figura o el efecto total del grupo, cuajado de movimiento y de vida.

El conjunto representa a Cristo siendo trasladado al sepulcro sobre una sábana por los Santos Varones. José de Arimatea sujeta el tronco, mientras Nicodemo sostiene las piernas con ayuda del lienzo. La hermosa cabeza de Jesús, desplomada hacia atrás y al lado derecho, muestra un demacrado semblante, enmarcado por leonina cabellera que se organiza, al igual que la barba, en onduladas y pormenorizadas hebras. La elevación de las cejas y un levemente fruncido entrecejo confirman el rictus de dolor aun en los momentos posteriores a su muerte. Se observan también huellas del martirio en los entreabiertos ojos, en la boca desencajada y en la postura de las flexionadas rodillas como consecuencia de haber sido clavado al madero. Los personales grafismos del escultor sanroqueño se reflejan en los perfiles semíticos de la talla, sus abultados labios, las huesudas mejillas y la lívida policromía, abundante en heridas y hemorragias, con acabado de pieza antigua. Al respecto, conviene señalar que Bru talló en 1977 las llagas, antes sólo pintadas.

El atlético cuerpo del Cristo presenta un estudio anatómico perfecto, con los músculos resaltados, las costillas salientes en el torso, las rodillas contusas por las caídas y el brazo izquierdo dispuesto sobre el vientre; mientras que el derecho se desploma hacia el suelo, aunque en la procesión se dispone a ser recogido por la Magdalena. El sudario o paño de pureza es un paño suelto que deja al descubierto el costado derecho.

De ecos miguelangelescos, las figuras de la Magdalena, Nicodemo y José de Arimatea brillan también por su espléndida factura artística. Tal es la influencia del sanedrita, representado por Bru como un venerable anciano encapuchado, que ha sido prácticamente reproducido en la mayoría de las imágenes andaluzas posteriores que forman parte del presente pasaje evangélico (Mt 27, 50-60). Completan el cortejo fúnebre la Virgen, bajo la advocación de las Penas, San Juan Evangelista, las Tres Marías y Santa Marta. Todas ellas son de Bru (1951-1953) salvo la Dolorosa y Santa Marta, talladas por Sebastián Santos en 1958 y 1950, respectivamente.

 

 
 
Fotografía: Juan Antonio García Delgado

 

Este encargo llegó a Bru en última instancia y gracias a las gestiones de José Luis Ruiz Muñoz, uno de los hoteleros que fundaron la cofradía en 1946. La idea original era procesionar imágenes antiguas, entre las cuales se seleccionó el actual misterio de la Piedad de la cofradía de los Servitas, que no llegó a incluirse por el mal estado de conservación que por entonces presentaba. Finalmente, tras descartarse por razones económicas un proyecto de Sebastián Santos propuesto también por Ruiz Muñoz, la hermandad convocó un concurso premiado que atrajo a importantes artistas nacionales, pero que, finalmente, quedó desierto. Fue entonces cuando resultó elegido el boceto de Bru, no presentado a dicho concurso por falta de tiempo.

Bru desarrolló la mayor parte de este trabajo entre los años 1951 y 1952, en el obrador del tallista Juan Pérez Calvo, mientras que la terminación, encarnadura, pintura y pátina de las siete imágenes se llevó a cabo en unos salones de la Capitanía General de la Región Aérea del Estrecho. El Cristo, tallado en madera de cedro con una altura total de 186 centímetros, fue repolicromado en el año 1977 por el propio autor. Su última restauración corrió a cargo de Pedro Manzano Beltrán (2006).

Curiosamente, fue Ruiz Muñoz quien, tras el rechazo de la primera Dolorosa, sustituida por otra de Bru del año 1956 que tampoco convencía a los cofrades, decidió que ésta pasara a figurar en el misterio como María Cleofás y que la nueva Virgen de las Penas (1958) la labrase Sebastián Santos. Tal y como podemos advertir en esta Virgen; frente al barroquismo grandilocuente y atormentado de Bru, las obras de Santos presentan una mayor sencillez compositiva y reflejan la honda espiritualidad de su autor.

Inicialmente, el boceto en barro de Bru ofrecía ligeras variantes, independientemente de los cambios producidos posteriormente con la introducción de las figuras de Sebastián Santos, caso del mayor protagonismo de Santa Marta o la presencia de María Salomé delante del cortejo. Santa Marta, patrona del gremio de la hostelería, fue el primer simulacro adquirido por una corporación inicialmente fundada como hermandad de gloria. Santos se inspiró en su sobrina Juana a la hora de labrar en 1950 el rostro de su efigie de Santa Marta, que porta en la procesión los clavos de Cristo, mientras el resto del año lleva el acetre y el hisopo en sus manos.

De estilo neobarroco, las andas procesionales fueron talladas por Rafael Fernández del Toro (1953), bajo diseño de Guillermo Bonilla, con dorado por Luis Sánchez Jiménez (1981-83), quien además restauró el conjunto. Lleva ángeles mancebos y relieves tallados por Ortega Bru, que también fueron repolicromados y estofados por Sánchez Jiménez. Se alumbra con seis faroles en metal plateado, de Fernando Marmolejo Camargo (1953).

 

 
 
Fotografía: Hermandad de Santa Marta

 

FUENTES: RODRÍGUEZ GATIUS, Benito. Luis Ortega Bru, Sevilla, Guadalquivir, 1995, pp. 19-21; ROMERO TORRES, José Luis. "Real, Muy Ilustre y Venerable Hermandad del Santísimo Sacramento, Inmaculada Concepción y Ánimas Benditas y Cofradía de Nazarenos del Santísimo Cristo de la Caridad en su Traslado al Sepulcro, Nuestra Señora de las Penas y Santa Marta", en AA.VV. "Del Gólgota a la Resurrección", De Jerusalén a Sevilla. La Pasión de Jesús, Sevilla, vol. IV, Tartessos, 2005, pp. 157-164; MARTÍNEZ ALCALDE, Juan. "La imaginería cofradiera sevillana en el siglo actual (III), en ABC, Sevilla, 09-03-1976, p. 17; BERNALES BALLESTEROS, Jorge. "Evolución estilística del paso de misterio (V)", en ABC, Sevilla, 08-03-1985, p. 65.

 

 
 
Fotografía: Hermandad de Santa Marta

 

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Fotografía: Juan Antonio García Delgado

 

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