Desde 1879 se conserva en el Museo de Huesca, por depósito del Prado, La Virgen Niña con Santa Ana y San Joaquín (imagen superior izquierda), cuadro de gran tamaño (235 x 173 cm), terminado en 1652 y realizado para la capilla que doña Elvira de Mellea y Dorantes poseía en el convento madrileño del Caballero de Gracia.

Esta obra constituye una de las mejores de la producción de Camilo, quien debió entender mucho de pintura ya que fue solicitado repetidas veces para tasar las que quedaban en diversas testamentarias. Se representa a Santa Ana sentada en silla de cuero y remaches, típica de la época, con la pequeña María sobre sus rodillas. La Virgen Niña, encantadora figura infantil vestida con hábito carmelita, lleva un cetro y una fruta que le ofrece su madre; un ángel la corona mientras San Joaquín, sentado frente a una mesa, contempla extasiado la escena.

En el templo madrileño de San Jerónimo el Real, también por depósito del Museo del Prado, se conserva el lienzo San Joaquín conduciendo a la Virgen Niña (imagen superior derecha, 177 x 126 cm), teniendo la figura infantil grandes similitudes, tanto en gesto como en pose, a la comentada anteriormente.

Hay en los rostros de la obra del Museo de Huesca expresiones dulces y suaves, así como cierto lirismo conseguido con la ternura que rezuman los personajes. El colorido contrastado, las figuras un tanto alargadas y hábilmente colocadas, y lo agradable de la escena demuestran el gran talento pictórico de Camilo.

Dichos caracteres se observan de forma similar en la Sagrada Familia o La Trinidad en la Tierra del Prado (imagen inferior izquierda), una obra algo menos íntima y familiar que la anterior al tener como telón un rompimiento de gloria con Dios Padre rodeado de ángeles y querubines. En este caso, es el Espíritu Santo el que corona la testa del Niño Jesús, que camina en primer plano acompañado de la Virgen y San José. Este otro lienzo (157 x 120 cm) es un prodigio de habilidad técnica, pues aprovecha la preparación rojiza de la tela para obtener un fondo de resplandor luminoso, apenas insinuado con toques blanquecinos. Este recurso constituye una buena prueba de la facilidad y rapidez del artista a la hora de pintar.

Dentro de la producción de Francisco Camilo, nuevamente vemos a San José con el Niño Jesús en un gran lienzo (450 x 287 cm) del Hospital Tavera de Toledo o en la deliciosa obra San José con el Niño Dormido en Brazos (imagen inferior derecha), también en el Museo Provincial de Huesca, que muestra al santo sentado en un sillón igual al de Santa Ana, acunando a un Jesús de muy corta edad, que duerme ya plácidamente. Al fondo, otra gloria parecida a la de la Sagrada Familia del Prado.

No podemos olvidar La Adoración de los Reyes Magos del Museo de Bellas Artes de Bilbao, una obra antaño vinculada a Francisco Rizi que Diego Angulo relacionó acertadamente con Francisco Camilo -llegó a relacionarla con otra que el propio Camilo realizó para Getafe- y que Fernando Morente considera dependiente, por lo que a su composición se refiere, de un grabado perteneciente al italiano Cario Sachi, que reproduce fielmente un cuadro del Veronés sobre el mismo tema.

Por último, mencionar el Salvador Niño triunfando de la Muerte y el Pecado, una obra de aire manierista que muestra al pequeño Jesús como Varón de Dolores sobre fondo de oscuras nubes, agarrando un tosco madero de sección arbórea, con el nimbo cruciforme en su cabeza y el cráneo de Adán, la serpiente y varios querubines a sus pies. Se sabe que Camilo realizó varios lienzos versionando este tema, muy popular en el arte español del siglo XVII, siendo el más famoso el conservado en el Museo de Ponce (Puerto Rico).

A modo de conclusión, comentar que Francisco Camilo, hombre de buen carácter, sereno y equilibrado, de trato agradable y profunda piedad, aunque nada despegado del mundo y con gran conocimiento de las realidades más materiales, murió en Madrid el 9 de agosto de 1673, siendo enterrado en la Iglesia de San Sebastián.