DECOR CARMELI - BARLOVENTO
Texto y fotografías de José Guillermo Rodríguez Escudero
Comenzamos un nuevo especial de iconografía carmelitana con esta excepcional talla mariana, de unos 75 cm de altura, la cual lleva una inscripción en la parte inferior de su peana que reza: "Don Benito de/Hita y Castillo/me fesit en Sevi/lla año de 1773". Lamentablemente, ha sido durante una de sus últimas restauraciones en la que se ha borrado parte de dicha leyenda. En la década de los 90 del siglo pasado tuvo que ser intervenida, puesto que se debía de subsanar con urgencia algunos desperfectos. Se repintó también la peana y posiblemente las carnaciones, “que no demuestran la calidad y detalles de otras obras del imaginero”. El prestigioso artífice esculpió a la Virgen sentada sobre un cúmulo de nubes y llevando sobre su rodilla izquierda alzada al Niño, al que sujeta delicadamente. Con el brazo derecho ofrece el escapulario al observador. Toda la talla denota un estudio técnico e iconográfico bastante acertado, demostrando haber salido de las manos de un artista nato en este género. El estofado de la nube se resuelve mediante minúsculas espirales, ahorrando el autor láminas de oro debido a la aplicación dispersa del material precioso sobre la superficie. Esta tipología de Virgen en Majestad, a modo de "Theotocos", es un modelo iconográfico muy utilizado por la escuela de escultura sevillana desde el siglo XVI y tiene su antecedente más remoto en las representaciones marianas medievales, como la Virgen de las Aguas o la de los Reyes. Recuerda otras obras marianas de Hita y Castillo, en las que se descubre una gran afinidad estilística, como el grupo, desaparecido en 1936, de la Virgen de las Maravillas, el Niño Jesús y San Juanito. En este caso, la imagen de la Virgen, aunque aparece con san Juan Bautista Niño, se presenta sentada sobre un trono de nubes, en idéntica postura que la imagen del Carmen, sólo que el Niño vuelve la mirada al Precursor, pero conservando análoga posición. La efigie de Barlovento (Isla de La Palma) está vestida con el hábito y escapulario propio de los carmelitas y está envuelta por una gran capa abrochada al cuello. Ésta se abre para mostrar sobre el pecho el escudo de la orden del Monte Carmelo. En movida postura, abre también los brazos en acción de acogida, como nos recuerda la iconografía de Alonso Cano. Conviene señalar que, en la delicada y preciosista factura de la imagen están presentes, como dijera el profesor Herrera, "el sentido de intimismo y dulzura en cotas superiores al comentado San Antonio de Puntallana subrayado aquí por la actitud juguetona del Infante que balancea su cuerpecito sobre la pierna de su Madre". En contraposición a la afición por las formas más maduras, rotundas y exuberantes de los imagineros del anterior siglo XVII, Hita y Castillo recurre, como es costumbre en sus modelos virginales, a unos rostros delicados y juveniles. La expresión del rostro aparece algo forzada, sujeta a los cánones impuestos por el barroco; nariz afilada y ojos de cristal contrastan con una boca pequeña y bien dibujada. Unos rasgos fisonómicos en los que -según el investigador González Isidoro- se destaca "la proporción de la cabeza con respecto al cuerpo, para obtener una mayor esbeltez y el ligero giro e inclinación hacia un lado respecto al cuerpo, para obtener una mayor esbeltez y el ligero giro e inclinación hacia un lado respecto al eje compositivo". La contraposición en la postura de los miembros y riqueza en las abundantes líneas de los pliegues conforman un ejemplo de teatralidad barroca y singular delicadeza expresiva. Efectivamente, la joven Madre es representada con una amplia frente despejada con cabellera sedosa, moldeada con gran realismo y raya al medio que cae hacia atrás en cascada sobre el manto de forma compacta a base de “movidas ondas”. Otra pieza salida de la gubia del maestro es la Virgen de la Encarnación -actualmente, en una colección privada de Tenerife-, que llegó a esa Isla antes de 1768. El mismo investigador nos informaba que en el tallado del Niño Jesús, se mantenían "los cánones impuestos por Roldán o los hermanos Ribas". También se apreciaba en las tallas del Niño y del San Juanito de la Hermandad Sacramental de San Juan de La Palma, a la que perteneció Hita y con la que mantuvo directa relación. Curiosamente, en la de Barlovento destaca la túnica infantil policromada en rojo, con sencillo estofado y decoración floral. Resalta el Niño sobre el cromatismo monótono de marrones en la túnica y ocres y beiges aplicados en el manto de la Madre, de acuerdo con las normas de las Órdenes del Carmelo, y enriqueciéndose con amplios motivos vegetales en dorado. El manto, sujeto al escote, cae en forma de capa, incurvándose violentamente bajo el brazo derecho, siendo recogido justamente bajo el Infante. La decoración de la vestimenta de la Virgen es muy parecida a las realizadas en los santos de Puntallana (San Antonio de Padua y San Miguel Arcángel). El escultor usó así mismo esta misma ornamentación que asemeja el efecto del muaré -tela fuerte que forma aguas- como en el San Pablo (iglesia de san Andrés) o en la Inmaculada (templo de santa Catalina, también de Sevilla). González Isidoro decía que "su empleo se relaciona con los tejidos puestos en boga con el advenimiento de los Borbones". La capa se resuelve a base de un sencillo estofado en blanco, dispuesto en líneas horizontales formando ondas. Este estofado acentúa el preciosismo, combinando esgrafiado y punta de pincel, así el manto muestra parecidos motivos florales a los del Arcángel del municipio de Puntallana y la cenefa del mismo presenta fragmentos de rocalla idénticos al del santo franciscano. El hecho de que el mismo motivo vegetal realizado en dorado y con decoración a punta de pincel se mantenga prácticamente la misma medida en todas las realizadas, indica claramente que ha sido usada una plantilla, algo muy habitual en la decoración escultórica. Toda ella estaba resaltada con un trazo rojo y unas incisiones "de picado de lustre". La profusa decoración vegetal en dorado sobre marrón denota claras influencias de los motivos habituales empleados por la escultura sevillana durante el XVII. Tanto la holgada túnica como el hábito son bordados por una amplia cenefa, "cuyo borde superior ondulado, se resalta mediante el mismo trazo rojo aplicado en las decoraciones de la capa". Las influencias francesas adquiridas por Hita a través de la importación de telas se hacen patentes en el encadenado rococó “en realce a base de cés” que se aprecia dentro del ribete. La imagen está coronada por una bella diadema imperial rodeada con ráfagas, compuesta por motivos rocallas y "ces", rematados por una cruz y confeccionada -al igual que las potencias del Niño Jesús- en plata en su color. Carece de punzón. Un delicado trabajo de estilo rococó habitual en los talleres hispalenses de la época y "distantes de las tipologías empleadas por los orfebres insulares". De acuerdo con tal aseveración, se deduce que ambas piezas de orfebrería fueran ejecutadas en Sevilla simultáneamente a la realización de la talla. |
FUENTES: GONZÁLEZ ISIDORO, José.
Benito de Hita y Castillo (1714-1784). Escultor de las
Hermandades de Sevilla, Sevilla, 1986; HERRERA GARCÍA, Francisco. «Tres esculturas
firmadas y fechadas por Benito de Hita y Castillo en la isla de San Miguel de La Palma»,
Atrio, nº 2, 1990.
www.lahornacina.com