Nacido en la localidad cordobesa de Priego de Córdoba, Adolfo Lozano Sidro (1872-1935), desde que iniciara sus estudios artísticos en Málaga, simultaneando el Bachillerato con la asistencia a la Escuela Provincial de Bellas Artes y al taller del pintor José Moreno Carbonero, pasando por sus estancias en Granada y en Madrid, se convirtió ya en los años 20 del siglo pasado en una figura del arte de la ilustración, dentro de la estética del modernismo. Es considerado como un cronista plástico de la sociedad de su tiempo, al retratar con maestría tanto las aparatosas fiestas de la alta sociedad madrileña como los ambientes rurales de su tierra.

Su obra religiosa es escasa. La creación que nos ocupa, titulada Virgen del Carmen, es un óleo sobre lienzo de 140 x 104 cm. Representa a la Virgen con el Niño, flotando en una nube a modo de celestial trono sobre la ciudad de Priego. El semblante de María, circundado por un resplandor a modo de nimbo, mira con infinita ternura al pequeño Jesús, que observa fijamente al espectador. Ambas figuras sujetan entre sus manos el escapulario de la Orden del Monte Carmelo. Tras ellos, una masa circular de nubes, como una orla, enmarca todo el candoroso simulacro de las divinidades. El cuadro se conserva en una colección particular.

A diferencia de lo común en su trayectoria, esta obra Lozano Sidro se deja llevar por el realismo clásico del barroco, sin renunciar por ello a cierta originalidad. El rostro de la Virgen está en la línea de las deliciosas piezas marianas de tipo letífico creadas por los maestros granadinos. Dos ángeles emergen de las esquinas del manto carmelita de la Señora, cuya amplitud, similar a la de los simulacros de la Virgen de la Misericordia, le confiere un carácter protector sobre la ciudad andaluza. La luminosidad de la figura, en contraste con la penumbrosa urbe que sobrevuela, que casi la hace parecer aislada e indefensa, subraya lo anterior.