DECOR CARMELI - SAN JUAN DE LA CRUZ

Sergio Cabaco y Jesús Abades


 

El especial de este año estará dedicado a las obras de
pintura y escultura que recrean a santas y santos estrechamente
vinculados con la popular Orden del Monte Carmelo

 

   

 

El santo mira al cielo con infinita espiritualidad. Su psique se encuentra totalmente absorbida por las postrimerías de una visión divina, plena de inspiración y amor a Dios. Ello se manifiesta en su estado físico mediante el entrecejo marcadamente fruncido, la boca abierta y la arteria pulsante del cuello. La mano izquierda, que antaño sostenía una pluma de ave, se halla presta a escribir en el libro que sujeta con la derecha toda la intensidad de la experiencia mística que está terminando de vivir. La capa, la túnica y el escapulario recogen en cada uno de los pliegues el suave balanceo de su cuerpo y la dinámica energía de sus brazos en alto.

San Juan de la Cruz fue uno de los grandes místicos españoles del siglo XVI. Nacido en el año 1542, en la villa abulense de Fontiveros, se inclinaba en gran medida al ascetismo y la austeridad. Después de impulsar la reforma del Carmelo -hablamos del co-fundador, junto a Santa Teresa de Jesús, de la rama de los descalzos, más severa a la hora de afrontar la vida monástica-, fue encarcelado en Toledo por su excesivo celo renovador. Durante su encierro, se despierta su don poético y empieza a componer algunos de los comentarios y versos espirituales más estimados de entre los escritos en lengua española, caso de La Subida al Monte Carmelo y La Noche Oscura del Alma. Murió en Úbeda (Jaén), en 1591, después de una grave y dolorosa enfermedad.

Sólo unos meses después de su beatificación, el 25 de enero de 1675, el convento carmelita de Nuestra Señora de los Remedios, del barrio sevillano de Triana, encarga esta imagen del santo a tamaño natural al escultor utrerano Francisco Antonio Ruiz Gijón, que por aquel entonces tenía sólo 21 años de edad. Formado bajo las directrices del barroco dinámico de la capital hispalense, derivado del romano iniciado por Gian Lorenzo Bernini, Ruiz Gijón demuestra en obras como el Cristo de la Expiración o este San Juan de la Cruz su singular maestría a la hora de recrear poderosos estados psicológicos, especialmente a través de la expresividad en el rostro y las manos.

Se conserva el contrato de Ruiz Gijón con el mencionado cenobio, fechado el 11 de marzo. Nos dice que la obra iba a ser hecha en madera de ciprés, la cual iba a ser suministrada por los monjes, y que debía estar acabada a finales de abril, por lo que el artista sólo disponía de un mes y medio para su realización. El documento también estipula que debía portar una pluma en la mano derecha y, en la izquierda, un libro con una maqueta de una montaña coronada por una cruz, en alusión al mencionado comentario místico La Subida al Monte Carmelo. Otro artista sevillano, Domingo Mejías, colaborador de Ruiz Gijón, fue el responsable de la policromía y los estofados en oro.

La obra, espléndida en todos sus aspectos, fue adquirida en 2003 por la National Gallery de Washington, que la exhibe dentro de su colección permanente y la ha incluido hace poco en el catálogo de obras de la edición estadounidense de The Sacred Made Real, muestra que actualmente celebra su edición española en el Museo Nacional Colegio San Gregorio (antiguo Museo Nacional de Escultura) de Valladolid.

 

FUENTES: RODA PEÑA, José. "Un San Juan de la Cruz Atribuido al
Escultor Utrerano Francisco Antonio Gijón en la National Gallery de Washington",
publicado en The Burlington Magazine, mayo de 2005, pp. 304-309.

 

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