Ante esta bellísima imagen de la Inmaculada Carmelitana del cordobés Juan de Mesa y Velasco (1583-1627) se hace presente la historia del Carmelo toda ella en torno a María. El papel de los carmelitas en la propagación de la devoción a la Inmaculada Concepción es fundamental en la Orden desde el siglo XIV.

La Orden de los carmelitas se coloca en la mayoría de los casos al lado de los defensores de la pureza de la Virgen desde su concepción, como los franciscanos. Desde el principio se vio la relación entre el profeta San Elías y la Virgen María, sobre todo desde la Visión de la Nubecilla en el Monte Carmelo, interpretado como una prefiguración de María Inmaculada que traería el agua viva, después de la sequía, que es Cristo Jesús.

Las noticias más antiguas que se conservan afirman que los carmelitas celebran la fiesta de la Concepción a finales del siglo XIII. Desde la Edad Media hasta el siglo XVIII tuvo mucha importancia en la vida de la Orden tanto el culto como la defensa de la Inmaculada Concepción.

Algunos conventos se ponen bajo esta advocación, así los conventos de carmelitas descalzos de la Concepción de Mancha Real (Jaén), fundado por el San Juan de la Cruz en 1584, y el de la Concepción de Écija (Sevilla), fundado el mismo año del santo en 1591. Entre los conventos de carmelitas descalzas se funda en 1595 el convento de la Concepción de Úbeda (Jaén). Incluso tenemos constancia de la creación de hermandades bajo la advocación de la Inmaculada en fecha temprana, como sucede en el caso de la villa cordobesa de Guadalcázar, que tiene un convento de descalzos desde 1585. Así, el 21 de marzo de 1592, se funda en dicho convento la Cofradía de la Limpia Concepción de Nuestra Señora y Sangre de Jesucristo.

Nos encontramos en algunos conventos del Carmelo Descalzo bellas muestras de lo que se ha denominado "Inmaculada Carmelitana". Aparece la figura de la Virgen en actitud orante, con las manos juntas ante el pecho, mirada baja meditativa, ataviada con el hábito del Carmelo.

La talla más importante es la que nos ocupa, realizada por Juan de Mesa hacia 1610 para el presbiterio de la Iglesia Conventual de San José (Teresas) de carmelitas descalzas de Sevilla. La cabeza de la Virgen se inclina ligeramente hacia la izquierda, cubriéndose con una toca que deja ver el largo cabello caído sobre los hombros. La calidad excelente de la obra, a la que se une la extraordinaria policromía, ha atraído siempre a los estudiosos en busca de su autoría, hasta que la asignación a Juan de Mesa ha sido confirmada por todos los críticos.

Esta Inmaculada Carmelitana, cuyas medidas son 136 x 55 x 40 cm, es una de las primeras obras documentadas del gran maestro de la escultura barroca española, a la que sigue la bella Virgen de la Misericordia del Hospital de Antezana en Alcalá de Henares (Madrid). Junto a la Inmaculada la comunidad concertó también para el retablo mayor la imagen de San José que se vincula, sin embargo, al taller de Martínez Montañés. En el rostro de la Inmaculada del Carmen crea Juan de Mesa el prototipo de belleza mariana para el resto de su creación.