EL ARTE DE LUIS CERNUDA (1902-1963)
MONUMENTO A GUSTAVO ADOLFO BÉCQUER (SEVILLA)

James Valender y Juan Manuel Covelo


 

Al caer la tarde, absorto
Tras el cristal, el niño mira
Llover. La luz que se ha encendido
En un farol contrasta
La lluvia blanca con el aire oscuro.

La habitación a solas
La envuelve tibiamente,
Y el visillo, velando
Sobre el cristal, como una nube,
Le susurra lunar encantamiento.

El colegio se aleja. Es ahora
La tregua, con el libro
De historias y de estampas
Bajo la lámpara, la noche,
El sueño, las horas sin medida

Desolación de la Quimera

 

 

A Luis Cernuda no le gustaba que los demás hablaran de su persona y mucho menos que lo hicieran por escrito. Sabemos, por ejemplo, que le molestaron mucho la mayor parte de los retratos de su persona que llegó a leer, fuesen firmados por Pedro Salinas o Vicente Aleixandre, al no ver en ellos más que un intento enmascarado, sea de desacreditarlo, sea de desvirtuar el verdadero sentido de su obra.

Su disgusto, por no decir su obsesión, con su leyenda resulta comprensible, pero ahora que la supervivencia de su obra está a salvo de cualquier opinión que quisiera enterrarla en el olvido, tenemos el derecho, como bien afirma James Valender, de cotejar estas imágenes no sólo con aquella otra imagen que el poeta quiso proyectar de sí mismo en su poesía, sino con otras fuentes de información; con las imágenes muy diversas (y a veces contradictorias) que se desprenden, por ejemplo, de su correspondencia. De hecho, a Valender le parece no sólo legítimo, sino lógico y natural el interés por saber más acerca del autor de La Realidad y el Deseo, que a fin de cuentas es una obra que nos remite constantemente nos remite a la biografía del poeta.

Porque si bien es cierto que Cernuda insistía en la importancia de mantener separados al "hombre que sufre" y al "poeta que crea", siguiendo a Eliot, difícilmente se puede trazar el perfil de esta vacilante relación entre obra y vida si no contamos con una idea más o menos completa de la biografía del hombre. En el caso de La Hornacina, hemos pensado a través de este especial ilustrar esa biografía con varias de las obras de arte que convivieron con la existencia del poeta en España y el extranjero.

Luis Mateos Bernardo José Cernuda Bidón nació en Sevilla el 22 de septiembre de 1902. Era el tercer hijo del militar don Bernardo Cernuda y Bauzá, quien nacido en Naguabo (Puerto Rico) se trasladó en fechas aún por precisar a Sevilla, donde se casó con Amparo Bidón, cuyo apellido era la españolización de Bidou, ya que su padre era un aventurero francés que, a mediados del siglo XIX, había buscado fortuna en España, logrando finalmente establecerse como boticario en la ciudad de Sevilla.

Cuando Luis nació la familia vivía en el número 6 de la calle Tójar, hoy conocida como Acetres, en el centro de la ciudad. Allí pasó los trece primeros años de su vida. En 1915, tras el ascenso del comandante de ingenieros Cernuda y Bauzá al rango de coronel, toda la familia fue a vivir al cuartel del Tercer Regimiento de Zapadores, a un imponente edificio militar que todavía existe y que se ubica justo enfrente del Parque de María Luisa, en lo que hoy es la avenida de la Borbolla. Unos años antes, el 4 de diciembre de 1911, se inauguró en el parque sevillano el monumento a Gustavo Adolfo Bécquer, realizado por Lorenzo Coullaut Valera.

El diseño del monumento público para rendir la memoria del poeta sevillano fue realizado por el propio Coullaut Valera, considerado el mejor discípulo de Antonio Susillo, mientras que las tareas de construcción del mismo las realizó el escultor italiano Federico Bechini. Consta de una composición centralizada en torno a un taxodio del sevillano Parque de María Luisa, distribución que ha motivo constantes restauraciones (1918, 1929, 1950 y 1990) por los daños que ha causado el natural crecimiento del árbol, plantado en 1850.

Dicho monumento, como ha apreciado Leonardo Romero Tobar, teatraliza la vida del célebre poeta romántico diferenciando momentos: en torno a un banco corrido y circular, que se desarrolla en derredor del árbol, aparecen representaciones alegóricas realizadas en bronce del amor herido, el amor muerto y el amor vivo, junto con esculturas pétreas que simbolizan el amor que viene, el amor que pasó y el amor que está (cronología enfatizada por las distintas edades de cada mujer), que han sido identificados con el presentimiento, el éxtasis y la melancolía. Tanto las figuras femeninas, que simbolizan diferentes momentos del sentimiento amoroso, como las imágenes del amor implican devenir temporal, según también Romero Tobar. Es el amor que pasa.

 

Fotografía de Pedro García

 

 
 
Retrato por Eduardo Carpintero

 

FUENTES: VALENDER, James y Luis MUÑOZ. Luis Cernuda. Álbum, Publicaciones de la Residencia de Estudiantes, Madrid, 2002, pp. 15-16 y 21-29; COVELO LÓPEZ, Juan Manuel. "El escultor Lorenzo Coullaut Valera. Sus trabajos para la Exposición Iberoamericana de Sevilla (1929)", en Actas de las IV Jornadas sobre Historia de Marchena. Marchena (siglos XIX-XX), Ayuntamiento de Marchena, 1999, pp. 254-255.

 

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