LA PASIÓN DE CARLO DOLCI (I)
ECCE HOMO
Con tan solo 9 años, Carlo Dolci dio señales inequívocas de poseer dotes artísticas y fue confiado por su madre
al cuidado de los maestros pintores Jacopo Vignali y Matteo Rosselli. A los 11 años, pintó sus primeras
cabezas de Cristo, una como niño y otra coronado de espinas. En 2016 se cumplen los 400 años de su nacimiento.
Carlo Dolci (autorretrato en la imagen inferior) nació en la Florencia de 1616. Como hemos dicho fue discípulo de Vignali y Rosselli, con los que trabajó muy duro para perfeccionar su estilo, y con 11 años no solo pintó los dos cristos, sino también una figura de cuerpo entero que representaba a San Juan Evangelista. Dolci alcanzó gran fama por sus temas religiosos, a los que se dedicó prácticamente en exclusiva; de hecho, desde niño era conocido tanto por su bondad como por su carácter piadoso. En especial sus retratos de vírgenes, cristos y santos de medio cuerpo eran admirados por sus expresiones llenas de dulzura y compasión, lo que le llevó a contar, entre otras circunstancias con el patrocinio de los Médici. Este especial del mes de marzo con motivo del IV centenario de su nacimiento se va a centrar especialmente en sus obras relacionadas con la Pasión de Jesús, dada también la proximidad de las fechas de Semana Santa. Pese al barroquismo de sus creaciones, caracterizadas también por la suave paleta y el más armónico y meloso colorido, se intuye también la influencia de la pintura y la escultura del Renacimiento. El resultado es una serie de piezas que ponen de manifiesto tanto una variada gama de sentimientos, como un impecable dibujo y una representación pictórica esmaltada y preciosista, llegando a convertir sus figuras en iconos. El caso es que su arte, influido también por Allori, alcanzó un gran éxito entre los más refinados coleccionistas, frente a los críticos que lo tachaban de simple y monocorde. Sus obras fueron además copiadas insistentemente, sobre todo las que representaban a cerúleas Madonnas y Niños Jesús con ramos de flores. Atribuido tradicionalmente a Dolci durante más de 50 años, en 2000, a raíz de una restauración para, entre otros trabajos, retirarle un barniz añadido en el siglo XIX, se confirmó la autoría del Ecce Homo del Museo de Tarnów (Polonia) al encontrarse en la parte posterior del lienzo (48,5 x 38,5 cm) la firma autógrafa del pintor. De hecho, fue pintado en 1635, cuando Dolci tenía 18 años, y en la inscripción se menciona a la cofradía florentina de San Benedetto Bianco (llamada así por el hábito benedictino); de la que Dolci fue miembro, al igual que el también citado en el cuadro Michele Lombardi, quien pudo ser además su mentor moral y espiritual. El tema fue muy cultivado por Dolci durante toda su trayectoria. El cuadro polaco, comprado en Roma por la princesa Clementina Sanguszko en torno a 1820, es muy similar a otras versiones del artista: una de ellas, del año 1646, se conserva en el Palacio Pitti de Florencia, la otra pertenece a una colección particular de París. |
FUENTES: PACCIAROTTI, Giuseppe. La Pintura Barroca en Italia, Madrid, 2000, p. 357.
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