LA PASIÓN DE CARLO DOLCI (III)
DOLOROSAS


 

 

Artista aclamado por los críticos y biógrafos de su tiempo, dada la impecable diligencia con que pintaba obras únicas en su género, Carlo Dolci -apodado Carlino por sus contemporáneos- se distinguió también por el rigor descriptivo de unas creaciones pictóricas que hasta podríamos calificar de hiperrealistas.

Un estilo el de Dolci que destaca por la magistral definición de las figuras -a menudo recogidas en posturas casi estáticas y besadas por una envolvente luz lunar que confiere a las carnaciones el acabado de la porcelana- y por la intrigante, y casi obsesiva, atención por los detalles: desde los casi palpables tejidos de la ropa hasta la hermosa joyería; llegando al punto, según su biógrafo Filippo Baldinucci, que algunos, por mucho que tocasen el cuadro para asegurarse de que era una pintura, quedaban en duda.

Sus versiones de la Virgen Dolorosa traslucen un intenso patetismo. Generalmente son piezas de pequeño formato, pensadas para la devoción de los particulares -de ahí que algunas sean ovaladas en vez de cuadradas y que, a veces, Dolci no use el lienzo como soporte sino la tabla, al ser un material más resistente-, en las que María aparece afligida y cabizbaja con las carnes aporcelanadas, los ojos brillantes y los ropajes de colores azules, rojos y blancos, cubriendo toda su anatomía, salvo el rostro, al estilo monjil.

Entre esas versiones destacan las del Museo de Budapest (imagen superior); las similares de las galerías Corsini, Pallavicini y Borghese; y la del Ringling Museum y otra de propiedad particular (imagen inferior) que, a diferencia de lo habitual en las anteriores, muestran a la Virgen mirando hacia su izquierda.

Portavoz del verbo divino en el arte florentino de su época y autor de algunos de los más famosos tipos sagrados legados a la devoción del pueblo, el nombre de Carlo Dolci está muy vinculado a los modelos pictóricos que, por su inmediatez narrativa y la espiritualidad de sus figuras, han dejado huella en las iconos de culto hasta nuestros días. Este es el caso también de sus modelos de la Virgen Dolorosa, repetidos con frecuencia, como hemos visto, tanto por el propio artista, como por su círculo de seguidores hasta finales del siglo XVIII, usados continuamente durante siglos como pequeñas imágenes votivas; las "estampitas" del folclore popular.

 

 

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