DOLOROSAS EN BLANCO Y NEGRO - PAMPLONA

Jesús Abades


 

     
     

En 1971 tan singular imagen fue objeto de estudio por el oftalmólogo Javier Rouzaut, por entonces Presidente de la Comisión de Cultura encargada de la conservación de la Dolorosa y su paso procesional, quien dijo de ella que sus ojos "expresan la actitud orante de una madre a quien acaban de torturar y ejecutar a su hijo. Con sus ojos fijos en el infinito, implorando al Padre su ayuda para este momento angustioso, en su dolor y su impotencia. Si se les mira de frente, impactan porque parecen transformarse en unos ojos serenos que te miran a tí personalmente y parece que te interrogan, pero con una gran dulzura, con el amor de una madre que comprendiendo tus limitaciones, tu impotencia, se ofrece como mediadora ante el Padre".

Según declaraciones recogidas por Lola Cabasés, fue tal el realismo que el autor de la talla, el escultor catalán Rosendo Nobas (1849-1891), imprimió en esta Dolorosa, que la calidad de los ojos de cristal, de procedencia barcelonesa, y la pericia con la que se los colocó merecieron un exhaustivo análisis a cargo del mencionado doctor Rouzaut, quien además de limpiarlos con colirio para eliminar la suciedad acumulada, manifestó que el hecho de que Nobas fuera el escultor del hospital, "donde habría visto el dolor, la esperanza, o la alegría en la mirada de los pacientes" y donde se impregnó de conocimientos anatómicos y fisiológicos, fue clave en su habilidad para dar expresión a la mirada de la Virgen.

Además de los ojos, Rosendo Nobas, quien también trabajó como pintor de acuarelas y junto al orfebre Masriera, autor entre otras obras de los famosos bronces que decoran el paso de misterio de la cofradía sevillana de la Quinta Angustia, otorgó al resto de la escultura un inteligente verismo anatómico, muy alejado del burdo hiperrealismo que se estila hoy en día, resuelto en muchos casos a base de una musculatura desaforada y cabelleras leoninas con rizos imposibles de puro ensortijados.

Dicho verismo se debe, según investigaciones realizadas por el propio Javier Rouzaut sobre el escultor, a su carácter extraordinariamente meticuloso, que se demuestra tanto en un rostro que supone un retrato de María en su edad real, con las cuencas orbitales hundidas por el llanto y la frente surcada de arrugas, como en unas manos de perfecto modelado, derrochando Nobas una gran maestría a la hora de entrecruzar los dedos crispados de María para reflejar la actitud orante.

La obra, de carácter procesional, fue realizada en el año 1883, empleando madera posteriormente policromada. Es una imagen de talla completa que aparece revestida con severos ropajes de recuerdo monjil: toca y velo blancos, y manto y túnica de color negro. Durante su septenario doloroso y posterior estación de penitencia por las calles de Pamplona, junto al resto de titulares que componen los misterios de la Cofradía de la Paz y Caridad, luce espléndido manto de terciopelo negro, ricamente bordado en oro.

 

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