DOLOROSAS EN BLANCO Y NEGRO - SUBTERRÁNEO

Sergio Cabaco y Jesús Abades


 

     
     

La Virgen, fechable en el último tercio del siglo XVIII, inclina suavemente la cabeza a la derecha, en resignado gesto. Sus facciones están labradas con profundo intimismo y gran delicadeza emocional.

Los llorosos y caídos ojos son de cristal, con las pestañas de pelo natural en la parte superior y finamente pintadas las inferiores. El entrecejo se frunce ligeramente en señal de dolor y queda enmarcado por las estilizadas cejas, trazadas a base de pincel. Siete lágrimas de cristal corren por sus mejillas, representativas de los Siete Dolores de María, tres en la mejilla derecha y cuatro en la izquierda. La nariz es afilada y recta, y los labios, entreabiertos con las comisuras hacia abajo, permiten ver la dentadura tallada. El pronunciado mentón, con grácil hoyuelo, remata el perfecto óvalo del rostro y da paso a un cuello redondeado y carnoso.

El cabello, peinado al centro, ha sido tallado en la madera. Por su parte, las pálidas carnaciones han sido aplicadas mediante la técnica del pulimento, usando tonos nacarados. Tallada en madera de pino, la Dolorosa mide 155 centímetros de altura.

Nuestra Señora del Subterráneo, titular de la cofradía sevillana de la Sagrada Cena, pertenece al tipo de imágenes denominadas de bastidor, por lo que posee un candelero interno de base ovalada, formado por ocho listones y forrado con tela. Las manos, de dedos finos y torneados, aparecen extendidas, portando un pañuelo la derecha y una rosa de pasión la izquierda.

En el año 1902 fue restaurada por Manuel Gutiérrez Reyes, quien intervino en su policromía. Hacia 1917 la intervino José Ordóñez para repararle un leve desperfecto en su mano izquierda. Otro escultor, Manuel Hernández León, le hizo en 1985 nuevo candelero interno y brazos articulados. Entre los años 2003 y 2004 sufrió una importante restauración en el IAPH -cuyo equipo de investigación la fechó en el primer tercio del siglo XIX, catalogación que no compartimos-, donde se le hicieron otros brazos articulados, repusieron varios dedos de ambas manos debido al pésimo estado de los primitivos, limpiaron la policromía de la talla, reintegraron las lagunas pictóricas y restañaron una fisura que existía en el ensamble que une la cabeza con el cuello.

 

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