DOLOROSAS EN BLANCO Y NEGRO - SEVILLA

Sergio Cabaco y Jesús Abades


 

     
     

La Dolorosa aparece interpretada como una noble matrona arrebatada por el llanto. El autor concentra la expresividad emocional en el desencajado rostro, que mira violentamente hacia el cielo, y en las manos, abiertas para reflejar crispación y desconsuelo. La reciente reparación a la que ha sido sometida esta pieza ha demostrado que su cabeza es talla única en la que no existen ensambles ni ojos de cristal colocados desde el exterior, ya que estos forman parte de todo el conjunto.

Prima sobre todo en esta escultura la recreación de la tragedia frente a una idealización formal en beneficio de la estética. Por el carnoso y pálido semblante corren seis lágrimas de cristal. También postizas son las pestañas colocadas en sus párpados superiores. El perfil es recto, los labios muestran la lengua y la dentadura talladas en su interior, el mentón es redondo y saliente, y el cuello, del tipo tambor, ancho y apenas anatomizado.

La imagen desfila en paso de palio, pese a que su postura suele ser más propia de una imagen de María en el Monte Calvario. De hecho, procesionó sola sobre unas andas hasta que, desde finales del siglo XVII hasta 1886, fecha en la que comenzó a salir bajo dosel, formó parte del paso de misterio de la corporación a la que pertenece, el cual representa las Tres Necesidades de la Virgen al pie de Cristo muerto en la cruz.

Existen documentos que acreditan el encargo por 400 reales de una Dolorosa para la hermandad sevillana de la Carretería (llamada por entonces Hermandad de Nuestra Señora de las Tres Necesidades) al escultor jerezano Alonso Álvarez de Albarrán, discípulo del afamado Juan Martínez Montañés, en el año 1629. Resultan evidentes las conexiones con otras obras del autor, aunque también llaman la atención sus semejanzas con las creaciones del obrador de Pedro Roldán, posteriores en el tiempo, caso de las figuras del paso de misterio de su propia cofradía (a excepción del Crucificado) o las tallas marianas del retablo mayor de la Santa Caridad de Sevilla.

La Virgen del Mayor Dolor en su Soledad (llamada, en principio, Nuestra Señora de la Soledad) fue restaurada entre 2005 y 2006 por Pedro Manzano Beltrán, quien comprobó que sus carnaciones eran las originales. Consta una restauración bastante anterior del valenciano Blas Molner (1812) que, visto el dato anterior, no conllevó el retoque que varios historiadores afirmaron. La intervención de Manzano consistió en el resanado de la cabellera, eliminando repintes y descubriendo un pelilleado que antes estaba oculto; restauración de las manos, afectadas por un ataque de hongos, limpieza de la policromía y ejecución de nuevo cuerpo y candelero.

 

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