DOLOROSAS EN BLANCO Y NEGRO - CÁDIZ
Sergio Cabaco y Jesús Abades
La obra que nos ocupa, titulada Virgen de los Desconsuelos, representa a una Mater Dolorosa de rasgos maduros, acordes con la edad real de la Virgen, formando un conmovedor simulacro junto a la talla del Nazareno de los Afligidos. Ambas fueron realizadas en el año 1726 por el escultor flamenco Peter Relingh, quien empleó madera de cedro del Segura policromada en su ejecución y cobró por ellas la suma de 186 pesos. El tema de Jesús con la cruz a cuestas alcanzó una gran expansión en la época barroca debido en gran parte al desarrollo de la escultura procesional. En el presente caso, hablamos de un magnífico simulacro que representa el Encuentro de Cristo con su Madre en la Calle de la Amargura. El conjunto recuerda la piadosa escena figurada en el lienzo El Encuentro en el Camino del Calvario, del sevillano Bartolomé Esteban Murillo. En este caso, María dirige la suplicante mirada hacia el cielo, clamando fuerzas para el Hijo en su penosa andadura. A pesar de lo forzado de la postura, el cuello se muestra suavemente anatomizado. La Dolorosa posee un rostro ovalado y enmarcado por peluca de pelo natural, con los ojos de cristal y pestañas postizas en la parte superior, al igual que el Nazareno. La nariz es recta, los pómulos aparecen encendidos por el llanto y la boca, desencajada por los lamentos, permite ver la dentadura tallada. Tres lágrimas de cristal corren por sus mejillas, dos por la izquierda y una por la derecha. Sus manos aparecen entrecruzadas, en actitud orante. Al ser ambas tallas del mismo escultor, la Virgen ofrece una fisonomía similar al Nazareno, una obra poco doblegada por el peso del madero que ladea la cabeza hacia la derecha en actitud de dirigir su mirada hacia el rostro de María. El autor ha concebido un rostro recio, de esmerado acabado y gran viveza expresiva, que no renuncia a un dulcificado rictus de dolor para provocar la compasión del espectador. Sus mejillas se muestran demacradas y la boca, abierta y dialogante con la figura materna, muestra claramente la lengua y la dentadura perfectamente talladas. La barba del Varón, bífida y larga, ha sido trabajada mediante torneados bucles. La corona de espinas, cincelada en plata dorada, es superpuesta. La escultura del Nazareno es de talla completa y brazos articulados (a diferencia de la Virgen, que es de candelero para vestir), aunque solo se hallan pulimentadas la cabeza, las manos y las piernas. Como suele suceder con estas obras de carácter devocional, las dos reciben culto revestidas con ricas prendas bordadas en oro. La mano izquierda del Nazareno abraza el travesaño del arbóreo madero, mientras el brazo derecho rodea con ternura la espalda de María. En el Cristo vemos unas carnaciones aceitunadas, recreándose su artífice de forma especial en las contusiones y los regueros de sangre. Las imágenes reciben culto en un altar de la parroquia gaditana de San Lorenzo Mártir y desfilan sobre unas interesantes andas talladas en estilo neobarroco por José García Roldán (1939). Procesionan cada Jueves Santo junto a las figuras de San Juan Evangelista, realizado en el año 1992 por Francisco Javier Navarro Moragas; Simón Cirineo, obra anónima de la escuela gaditano-genovesa, y Santa María Magdalena y Santa Verónica, igualmente genovesas y anteriores a 1768, aunque muy reformadas por Miguel Láinez Capote en los años 30 del siglo XX, siendo la primera restaurada en 1990 por José Miguel Sánchez Peña, quien también intervino al Nazareno y la Dolorosa ese mismo año. Esta última obra fue anteriormente retocada por el sevillano Antonio Castillo Lastrucci (1962), quien colocó nuevos ojos de cristal. Todas las figuras, a excepción del Cristo y la Virgen, fueron restauradas en el año 2007 por el gaditano Luis González Rey. |
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