Pese a cultivar numerosas iconografías y realizar obras de mayor envergadura, como la decoración escultórica del coro de la Catedral de Málaga, las Dolorosas de busto de Pedro de Mena son, junto con sus tallas de Ecce Homo del mismo corte, las creaciones más populares del escultor granadino.  

Se trata de unas piezas labradas hasta la altura de la cintura o de las caderas, cuyos delicados rostros, enmarcados por mantos y velos monócromos y de bordes muy finos, muestran por lo general ojos de cristal algo elevados hacia el cielo, párpados enrojecidos, lágrimas de cristal resbalando por las mejillas, tez pálida y labios menudos y entreabiertos que parecen musitar una plegaria, recursos plásticos todos ellos que realzan el valor dramático de la obra.

La Dolorosa que hoy les presentamos, conocida como Dolorosa de Camponuevo por el marquesado al que perteneció, recibe culto actualmente en la Catedral de la Encarnación de Málaga y está considerada una de las mejores del maestro sobre el referido tema junto con otras como la de San Pedro de Lima o las madrileñas de los monasterios de la Encarnación y las Descalzas Reales. Sobresale en todas estas obras la expresión afligida que pretende emocionar al fiel, manifestando una tristeza intimista, silenciosa e introvertida. 

El simulacro de la catedral malagueña presenta las manos entrelazadas, aunque sin llegar a unir sus palmas. De dolor transido y melancólico, como inmortalizado en mitad de una plegaria, ofrece tanto en su semblante como en los cóncavos paños que la envuelven los mencionados grafismos de Mena. Este tipo de obras influiría decisivamente en imagineros posteriores, malagueños o afincados en Málaga, que cultivarían el tema de la Dolorosa, caso de Fernando Ortiz o los Asensio de la Cerda. 

La imagen recibe culto en la llamada Capilla de los Caídos del templo metropolitano, a los pies de un interesante Cristo Crucificado labrado por el también granadino Alonso de Mena, que no es otro que el padre del afamado autor de la Dolorosa.