ALBERTO DURERO - OBRA SACRA
VIRGEN DE LA PERA
15/04/2021
Definido por muchos como el primer artista moderno al norte de los Alpes, Alberto Durero, del que se cumple en el año 2021 el 550 aniversario de su nacimiento, realizó una perfecta síntesis plástica de los valores góticos y renacentistas, liderando una profunda transformación de las artes figurativas en los países germánicos durante el siglo XVI, un periodo caracterizado en la zona por la Reforma impulsada por Martín Lutero y el mecenazgo ejercido por la corte del emperador Maximiliano II, muy influida por la cultura humanista del Renacimiento italiano. De hecho, las diversas estancias de Durero en Italia y la influencia de Mantegna, conocido en los círculos del emperador, le permitieron desarrollar una plenamente clásica, la primera realizada en el norte de Europa. |
Albrecht Dürer, conocido en España como Alberto Durero, es el verdadero iniciador del Renacimiento alemán. Nació en 1471, en Núremberg (Bavaria), nombrada Ciudad Imperial en 1219. Durero creció en una ciudad que, durante todo el siglo XV, fue un gran foco humanista en el que los pensadores, los filósofos y los poetas disfrutaban del ambiente abierto de una población que se creía el centro del Imperio -en su iglesia del hospital del Santo Espíritu se guardaban los símbolos del Imperio: corona, cetro y espada-, a la que el propio Martín Lutero llamaría "ojo y oídos de Alemania", y que en los países germánicos desempeñaría el mismo papel que tuvieron Florencia y Venecia en Italia. Al igual que los demás pintores del Alto Renacimiento, Durero dedicó buena parte de su enorme producción (óleos, dibujos, acuarelas, grabados y xilografías) a las historias sagradas que debían iluminar el camino de las gentes. El tema de la Virgen, junto con el de la Pasión de Cristo, fue especialmente querido por Durero. Dentro de la iconografía, existen varias versiones de la Virgen de la Pera, símbolo que ha sido relacionado con la fecundidad divina de María y sobre todo con el amor por la humanidad de Cristo encarnado. En la versión del Kunsthistorisches Museum de Viena (1512, imagen superior), pintada al óleo sobre tabla de tilo (49 x 37 cm), Durero se acoge a la interpretación de Jesús como fruto del peral equiparado con María por la inmaculada blancura de sus flores. La pintura, de formato relativamente pequeño, fue pensada como imagen devocional privada para un cliente desconocido. Es muy probable que sea una de las numerosas adquisiciones del emperador Rodolfo II, quien reunió la colección de arte más grande de su tiempo en su residencia de Praga, posteriormente trasladada a Viena, donde se hicieron muchas copias de la Virgen de la Pera. En dicha obra contrasta la delicadeza, finura y densidad de María, comparable con los dibujos a mano de Durero sobre papel, con el modelado enfáticamente plástico del Niño, cuyos contornos aparecen solo esbozados. Se puede encontrar una cabeza de María comparable en la pintura de Durero "Sagrada Familia" de 1509. El Niño, caracterizado también por el violento escorzo, presupone el conocimiento de un arquetipo italiano, que fue retomado muchas veces en obras del círculo del artista florentino Verrocchio. Otra versión de la Virgen de la Pera (1526, imagen inferior) es la última Virgen pintada por el artista y una de las últimas obras de su fecunda trayectoria. Fue pintada en Núremberg un año después de la introducción de la Reforma protestante, cuando el culto a las imágenes de la Virgen y los santos había sufrido un duro golpe. Las dimensiones de esta tabla son aún más reducidas (43 x 32 cm). En este caso, Durero probablemente se inspiró en un dibujo preparatorio de una Santa Bárbara que pintó a su regreso del viaje a los Países Bajos para un gran retablo que, finalmente, no se llevó a cabo. En Florencia la obra está documentada desde el siglo XVII, cuando se encontró en un armario de los Medici. Desde 1773 aparece ya en la Galería de los Uffizi, que solo ocho años antes abrió oficialmente al público como museo. Al igual que la versión de Viena, la de Florencia muestra a María de medio cuerpo sobre un fondo oscuro, con una composición compacta y un fuerte sentido de intimidad familiar, en este caso sin velo ni toca. El Niño sostiene una margarita, símbolo del matrimonio místico con la madre, y por tanto de Jesús con la Iglesia, que se identificaba con María. Ella, con mirada pensativa, le ofrece una pera, símbolo del pecado original y, por tanto, de su redención del mundo. El estilo es fluido y suave, propio de la madurez tardía de Durero. |
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