LA GASTRONOMÍA EN EL ARTE ESPAÑOL (II)
DOS VIEJOS COMIENDO SOPA

Con información de Brian Wallis e Isabel de Trévis


 

 

La Obra

Una mujer que parece una calavera está comiendo sopa. La cuchara que sostiene está boca abajo, en dirección a un cuenco de madera, como si estuviera tan lela que ni siquiera fuera capaz de sostenerla. Las manos que sostienen la cuchara son grandes, feas y nudosas. Tiene la cara tan delgada que casi es posible ver sus huesos. A causa de su enorme nariz, casi parece un hombre, así que el paño que cubre su cabeza puede ser tanto una prenda de mujer como una mortaja.

La diferencia entre la vida y la muerte en esta mujer vieja es tan mínima como la habilidad de las pinceladas: bruscos brochazos que apenas indican lo que pretenden. Los viejos son tan estúpidos como los recién nacidos. Debe de tener mucho cariño a su sopa; probablemente, es el único placer que le queda en esta vida, pues muestra una amplia sonrisa. Sonríe demasiado, su sonrisa es propia de una calavera. Unas grandes pupilas negras asoman en sus enormes ojos de hombre, tan saltones que parece que quisieran alejarse la cabeza.

A su izquierda hay una calavera sin vida, tan grande como la cabeza de la mujer, pero cuelga más abajo que sus hombros. Por mucho que el título del cuadro afirme que está viva, lo cierto es que no lo está. La expresión de su boca es animal y los dedos de su mano, huesos, señalan hacia el cuenco de sopa de la mujer vieja. Quizá quiere comida. Quizá por eso los ojos de la mujer se salen de la calavera: ella está feliz porque tiene el cuenco de sopa. No se la está comiendo: no necesita comerla. Su cuchara está señalando hacia el cuenco porque es dueña de la comida. La propiedad es suficiente. La propiedad, para la gente vieja, lo es todo.

Por el peculiar formato que tiene esta obra de Goya (hacia 1820-1823) respecto al resto de sus Pinturas Negras para la Quinta del Sordo, se piensa que podría haber servido de sobrepuerta. Expuesta en el Museo Nacional del Prado de Madrid desde el año 1889, mide 49,3 x 83,4 cm. Ha sido conocida también por los títulos Dos Viejas Comiendo de una Escudilla, La Muerte Comiendo con una Bruja y Dos Viejos Comiendo.

 

El Plato

Las simples "sopas de ajo" no llevaban a veces ni pimentón ni caldo, solo pan, ajo, agua, sal y quizás algunas hierbas. Eran recetas de la gente sencilla, que dejaban esponjar en ellas el pan para que se lo embebiera todo, viniendo a ser una especie de "migas" que no se refreían. A veces esas sopas se ponían en un horno para tostarlas, quedando entonces como una torta. En Cádiz se las conocía como "sopas de gato".

 

FUENTES: Wallis, Brian. Arte después de la Modernidad, Madrid, 2001, p. 34.

 

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