RETRATOS DE EMPERADORES (VI)
VESPASIANO
Vespasiano Fundador de la dinastía Flavia, fue además el último de los gobernantes del año 69, el llamado "año de los cuatro emperadores", en el que llegaron a reinar Galba, Otón, Vitelio y, finalmente, el propio Vespasiano. Siempre tuvo conciencia de ser el continuador de la obra de Augusto, aunque su panorama estaba complicado, ya que el desastroso gobierno de sus antecesores dejó al Imperio en la ruina. General prudente y querido por sus soldados, Vespasiano (Falacrinae, actual Cittareal, 9 d.C. - Roma, 79 d.C.) fue elegido emperador a los 60 años de edad. Su primera medida fue reorganizar el ejército, cuyas tropas en las fronteras estaban formadas por bárbaros. Consciente de la carencia de patriotismo en las filas, ordenó que al menos la guarda pretoriana estuviese formada exclusivamente por ciudadanos, al mando de los cuales puso a su hijo Tito. Asimismo, restauró el respeto por las armas romanas, que Nerón dejó que cayeran en descrédito. Pese a su política sobria y ahorrativa para llenar las vacías arcas estatales, emprendió algunas obras públicas que embellecieron Roma (la más importante, el Anfiteatro Flavio o Coliseo, concluido por Tito), dio empleo a algunos ciudadanos y elevó la moral romana. Una vez saneadas las finanzas, renovó el Senado y el orden ecuestre, integró un buen número de plebeyos en la clase patricia (Vespasiano procedía de la clase media), concedió títulos nobles a sus fieles partidarios para que pudieran acceder al Senado, y amplió la administración. También extendió las fronteras del Imperio y favoreció la romanización de amplios territorios. Dos fueron las principales novedades del régimen flavio: el asentamiento de la herencia dinástica del principado (a diferencia de Augusto, Vespasiano no se contentó con dotarse de un segundo como sucesor, sino que declaró claramente que debían sucederle sus hijos o nadie) y la afirmación, mediante ley, de los poderes y títulos del emperador, hasta entonces fragmentados. A partir de Vespasiano el conjunto de poderes (Imperator como prenombre, Caesar como gentilicio que vinculaba al Príncipe con los fundadores del régimen, y el epíteto Augustus, que por sus connotaciones morales y religiosas, hacía de un ciudadano el Princeps heredero del primer Augusto) se establece de una sola vez "por voluntad del pueblo", creando así una "monarquía constitucional" que, en realidad, llevaba los gérmenes de la "monarquía absoluta"; pues los flavios, empezando por Vespasiano, consolidaron su autoridad por todos los medios posibles (los escritos que dañaban la imagen pública del emperador eran destruidos, y los que hablaban en su contra fueron castigados, algunos con el exilio y otros con la ejecución), e incluso tendieron hacia su exaltación sacra. Por todo ello, esta política dinástica, paso decisivo hacia la monarquía hereditaria, no resultó aceptada por todos. A Vespasiano, fallecido por una dolencia intestinal, le sucedió Tito (nombrado corregente y sucesor por su padre desde el comienzo de su reinado), quien, aunque más pródigo que el anterior, no gozó de muy buena fama por sus relaciones con la princesa judía Berenice. Su reinado, además, estuvo plagado de catástrofes naturales, entre ellas la erupción del Vesubio que destruyó las ciudades de Pompeya y Herculano. A Tito, por su parte, le sucedió su hermano Domiciano, famoso por su arrogancia y vanidad, con el que terminó la dinastía Flavia y retornaron parcialmente los temidos modelos de Calígula y Nerón, por lo que acabó siendo asesinado. Tanto por su autoritario temperamento y su voluntad de afianzar una personalidad largo tiempo relegada a un segundo plano, como por necesidad (exigencias de las guerras y costo de las grandes obras), Domiciano se vio abocado a tomar medidas que se separaban de la línea política de Vespasiano y Tito.
La obra Los emperadores flavios cambiaron la tendencia a la idealización por un mayor realismo, con retratos más francos que traducen su extracción burguesa, bien patente en esta cabeza de Vespasiano (hacia 70-80 d.C.), único fragmento conservado (45 cm) de una colosal estatua marmórea procedente de Cartago. Curiosamente esta obra, custodiada en el British Museum, muestra la expresión tensa que Suetonio dice que Vespasiano tenía en todo momento. La pérdida de la nariz es un daño característico de las estatuas antiguas, ya sea por mutilación deliberada, caída o por haber sido derrocada de su base. Robusto y un poco pesado, enérgico, realista, y afecto al trabajo y al orden, Vespasiano demostró un sólido sentido común y un gran equilibrio, pues manejó la administración y las finanzas tan bien como el arte militar. Solo por su personalidad este emperador plebeyo ya supuso un alivio respecto de sus predecesores. |
Fotografía del Museo Británico de Londres
FUENTES: PASTOR ARTIGUES, Bárbara. Breve Historia de Roma II: El Imperio, Madrid, 2008, pp. 81-97; LE GALL, Joël y Marcel LE GLAY. L'Empire Romain, tomo III, París, 1987, pp. 312-326. |
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