ARTE INCA (I)
MACHU PICCHU

Jesús Abades y Sergio Cabaco


 

La declaración oficial de 2011 como Año del Centenario de Machu Picchu para el Mundo, en alusión
a su hallazgo por parte del explorador estadounidense Hiram Bingham en 1911, nos lleva a realizar
un especial sobre el arte inca que comienza con un breve estudio sobre esta maravilla de la humanidad.

 

 

A modo de introducción, comentarles que el extenso imperio de los incas se expandió por los actuales estados de Perú, Colombia, Chile, Ecuador y Bolivia. El pueblo era originario de las orillas del lago Titicaca y se desplazó hacia el fértil valle de Cuzco (Cusco) donde fundó la ciudad-emblema de una cultura cuyo apogeo alcanzó en los siglos XV y XVI, dominando a las culturas precedentes gracias a su alto desarrollo social y político.

Machu Picchu, el hallazgo más importante de la civilización inca, se presenta como un enigma. Desconocida por los españoles y nunca mencionada por los últimos incas, fue rescatada de la maleza por el citado Hiram Bingham (1875-1956) cuyas excavaciones sacaron a la luz restos, provenientes de enterramientos en cuevas, de 173 personas, de las que 150 eran mujeres y el resto varones y niños, lo que llevó a pensar que se trataba de un lugar de residencia de las llamadas Vírgenes del Sol. Los caracteres específicos de Machu Picchu como ciudad siguen en el plano de las hipótesis: ciudadela defensiva, residencia de las vírgenes, simplemente ciudad...

Rodeada de murallas a 2.350 metros del nivel del mar, abriga 148 edificios megalíticos. Se accede a ella por una puerta, situada en el único lado de la ciudad que no da a barrancos y precipicios, tras diferentes defensas artificiales. La propia ciudad, construida a base de terrazas, andenes y terraplenes, va delineando distintas zonas y edificios hasta llegar a una plaza central. Todos los edificios, acomodados a la estructura del terreno, están labrados íntegramente en piedra y parecen surgir del seno de la montaña.

En Machu Picchu, más que en cualquier otro lugar, se aprecia el valor que los incas concedían a la fusión de la arquitectura con la naturaleza, de la que parece surgir y hacia la que tiende, en perfecta armonía con ella, no sólo por su material (la piedra) sino también por la estructura de andenes, subidas y bajadas.

Uno de sus edificios más importantes es el Torreón, situado en el centro de la ciudad sobre un promontorio rocoso cuyos muros se pliegan a la roca. En su interior se distinguen hornacinas que albergaban ídolos. Situado en el centro ceremonial, el intihuatana, era el espacio privilegiado para la comunicación con el mundo del más allá, desde el que se realizaban observaciones astronómicas, comunicaciones importantes y la liturgia.

 

 

FUENTES: A.A.V.V. "El Arte y la Cultura Peruanos: Los Incas",
en Las Primeras Culturas Precolombinas, Barcelona, 1998, pp. 141 y 157-158.

 

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