JAPÓN: ARTE Y CULTURA (I)
PRINCIPIOS ELEMENTALES DE LA ARQUITECTURA
Carlos Cid Priego, Carlos Rubio Carvajal y Jesús Abades
No se nos ocurre mejor muestra de afecto hacia uno de los países más admirables del mundo que elaborar un especial sobre una civilización antigua y moderna al mismo tiempo, maltratada por la naturaleza y otras catástrofes, que muy pronto resurgirá en todo su apogeo, como ha sucedido en otras ocasiones. |
Como desgraciadamente podemos comprobar en estos momentos, el suelo de Japón tiembla con mucha frecuencia; en ocasiones, con extrema virulencia. Por eso, desde un primer momento, se huyó de la construcción pesada de ladrillo y piedra. Los incendios provocados por los seísmos eran frecuentes, y los edificios tenían una vida limitada, pero esto importaba muy poco a los japoneses, que incluso tenían la costumbre de derribar y construir de nuevo algunos de sus edificios, sobre todo los templos. Las reproducciones eran tan exactas que nos han transmitidos tipos casi prehistóricos a través de estas sorprendentes copias. A diferencia de los grandes edificios contemporáneos, cuyos cimientos de hormigón y estructuras se encuentran sobredimensionados para soportar los terremotos, las estructuras de las viviendas unifamiliares japonesas son ligeras y elásticas, y cimbrean para soportar terremotos de alta intensidad. Sin embargo, esa misma ligereza que las previene contra los movimientos telúricos las convierte en fácil pasto de las aguas si no están construidas a una altura sobre el nivel del mar que evite que sean arrastradas sin piedad, como las situadas en la costa del norte de la isla de Honsu. Contra una ola de diez metros -como la que arrasó Lisboa en el año 1755- poco se puede hacer, lo que no se entiende es cómo la normativa japonesa permite construir en zonas tan bajas y desprotegidas. Así, mientras la arquitectura japonesa moderna se ha mostrado extremadamente eficaz contra los terremotos, se puede decir que la falta de normativa para prevenir los efectos de un tsunami ha contribuido a esta última catástrofe. En las edificaciones japonesas casi siempre ha predominado la importancia de las cubiertas, igual que en China. Las construcciones heredadas de la antigüedad muestran tejados enormes, inclinados y bien adornados, siendo frecuente que varios de ellos se superpongan escalonados. Ello no quiere decir que correspondan exactamente a pisos interiores, porque muchas veces son simplemente ornamentales. Por ejemplo, la Torre de Yakushiyi (en la imagen), junto a Nara, ofrece seis tejados al exterior, pero sólo posee tres plantas interiores. La ligera construcción japonesa suele estar pintada, y siempre se relaciona con la naturaleza circundante. Una iglesia cristiana levantada en medio de una bulliciosa ciudad japonesa forma, con sus paredes, una frontera absoluta, y su interior equivale a un mundo aparte. En cambio, el templo o el palacio japonés se dividen en numerosos pabellones independientes, diseminados en una superficie boscosa extensa. Su relación con la naturaleza circundante es muy íntima. La misma construcción en madera lo acerca a ella. Los tejados, curvados hacia arriba por sus bordes inferiores, evocan la vitalidad del árbol. Para que el tránsito sea más suave, no se ingresa directamente al templo, sino a través de una serie de puertas sencillas, muy distanciadas entre sí, que van surgiendo de trecho en trecho a lo largo de una avenida rústica. El visitante penetra así lentamente en el ambiente sagrado del templo, que en el fondo es el mismo del Cosmos, pero concentrado y humanizado. |
"Cuando desembarcamos en un lugar llamado Senju, pensé en las tres mil leguas de trayecto que me esperaban y se me llenó el corazón de congoja, derramando lágrimas de despedida antes de lanzarme a confines fantasmales. Se va la primavera. Lloran las aves, son lágrimas los ojos de los peces." (Senda de Tierras Hondas, Matsuo Basho). |
Fotografía de www.yunphoto.net
FUENTES AA.VV. "Japón", en El Arte Oriental, Barcelona, 1968, pp. 522-523. http://www.elmundo.es/elmundo/2011/03/15/suvivienda/1300217897.html |
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