Pese a la afirmación, por parte de Jorge Bernales Ballesteros, de que esta excelente talla fue encargada en 1689 a Pedro Roldán por el canónigo canario Francisco Leonardo de la Guerra con destino a la Iglesia de San Juan de La Orotava (Tenerife), posteriores investigaciones han demostrado que lo único que existe es un documento de cesión, fechado en marzo del mismo año, según el cual dicho canónigo, que había ejercido tareas de Capellán Real en la Catedral de Sevilla, dona la imagen al referido templo canario sin mencionar en absoluto su paternidad artística.

Ello supone la necesidad tanto de adelantar la fecha de ejecución de la efigie, al menos un año antes, como de dejar de considerarla una obra segura de Roldán, realizada en 1689. Pese a ello, desde nuestro punto de vista no cabe duda de su origen roldanesco, no solamente por los inequívocos grafismos del maestro que presenta, sino también por las notables semejanzas con otras tallas de su obrador como el sevillano Cristo del Silencio en el Desprecio de Herodes o el Nazareno que se venera en el Convento de Santa Isabel, de Écija (Sevilla).

Comparándola con el Cristo de la Columna de Hinojos (Huelva), otra versión del mismo tema salida del taller de Pedro Roldán, observamos que la imagen canaria está dentro de una estética más afectada y preciosista que la andaluza, de carácter más recio y expresivo pese a que ambos comparten composición y formas.

En base a todo ello, desde este medio consideramos que el Cristo de La Orotava es una imagen perteneciente a la última etapa del quehacer de Pedro Roldán, caracterizada por la intensa intervención del taller, de ahí que como muchas otras del periodo fuera realizada por un discípulo y supervisada por el propio maestro. Hay quienes consideran que dicho discípulo fue José Felipe Duque Cornejo, yerno de Roldán, o el llamado "Maestro del Silencio", que ha venido identificándose con el escultor Alejandro de Martagón.