MES DE JUNIO 2008 - FRANCISCO BUIZA
CRISTO DE LA AGONÍA - MÁLAGA
Sergio Cabaco y Jesús Abades
Con obras como el Cristo de la Agonía (1972), libremente influenciada por el crucificado mesino de la Conversión del Buen Ladrón (Sevilla), Francisco Buiza llevó hasta extremos difícilmente superables el dramatismo de sus obras pasionistas, un dramatismo tan angustioso como excesivo. La imagen malagueña, completamente personal y circunscrita a la época dorada del autor, pende de un arbóreo madero, gira la cabeza a la derecha y eleva la mirada hacia el cielo, en conmovedor diálogo con el Padre. No cabe duda que la mayor virtud del artista carmonense fue la de aportar, además de un excepcional conocimiento de la técnica estatuaria, un dominio absoluto a la hora de armonizar la apolínea belleza de la figura con la desgarrada tensión emocional que refleja. El estremecedor semblante, muy dolorido, muestra las cuencas orbitales hundidas, los ojos tallados y pintados en la madera, los párpados hinchados, la nariz de tipo hebraico y los labios jadeantes, dejando ver la lengua proyectada hacia adelante y la dentadura tallada. La corona de espinas ha sido esculpida en el voluminoso bloque craneal, y el cabello y la barba, partidos a dos aguas, han sido modelados mediante abultadas y ondeantes guedejas, policromadas en tonos oscuros. Los brazos, con detallado estudio de músculos y venas, intentan alinearse con el travesaño, al tiempo que el tórax se inclina ligeramente hacia adelante, en actitud de tomar fuerzas para pronunciar las palabras en la cruz. Las manos aparecen entreabiertas y las piernas se juntan, superponiéndose el pie derecho sobre el izquierdo. El sudario es un paño anudado en la cadera derecha, dejando parcialmente descubierto el costado. Las señales del martirio sobre las aceitunadas carnes del Cristo de la Agonía son abundantes y llamativas, con grandes hematomas y heridas sangrantes. |
Fotografías de Rafael Rodríguez Puente
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