150 ANIVERSARIO DE GUSTAV KLIMT
DÁNAE

Edgar Lorenzo Matos


 

 

Entre los años 1907 y 1908 asistimos al apogeo del estilo dorado de Gustav Klimt con su obra más famosa, El Beso (estudiada en la primera entrega), el primer Retrato de Adele Bloch-Bauer, Dánae y La Esperanza II. En todas ellas usa plata, oro y otros materiales y ornamentos. Encontramos aquí también su primera serie de dibujos y bocetos eróticos. Durante esta época, Klimt es el centro de la Gran Exposición de Arte Austriaco, con obras de arte contemporáneo. Klimt recibe tanto grandes críticas positivas como despierta controversia. En este punto, reestablece por fin sus relaciones con el gobierno austriaco.

El cuadro de Dánae (1907-1908) pertenece al periodo dorado de Klimt, aunque sería de finales de esta etapa debido a que el oro ya no ocupa amplias zonas de la obra sino que se limita a la lluvia de oro. En el cuadro retoma la temática mitológica grecorromana, que había usado anteriormente en sus obras historicistas y en otras como Palas Atenea o Teseo contra el Minotauro. Así, representa el mito de Dánae, hija de Argos Acrisio. Este rey sólo tenía a esta hija, que era muy bella, y al recibir por un oráculo el presagio de que será asesinado por su nieto, decide no permitir que Dánae se case y la encierra en una torre con una sola ventana en el techo. Pero Zeus se enamora de ella y decide tomarla transformándose en una lluvia de polvo de oro que entra en la torre por la única ventana que posee. Así, Dánae se quedara embarazada y dará más tarde luz al héroe Perseo. Ante esto, su padre coloca a su hija y nieto en una caja que lanza al mar. Pero esta, acaba llegando protegida por los dioses a otro reino donde ambos vivirán y se desarrollaran las posteriores peripecias heroicas de Perseo.

En esta obra, Klimt le imprime al mito tradicional un fuerte carácter erótico. La figura de Dánae se representa lejos de los tradicionales cánones artísticos tradicionales, y es mostrada voluptuosa, como se ve en las nalgas y muslos amplios y redondos. La vuelve pelirroja, dándole además al pelo un tratamiento de delicados mechones y agitados de una forma muy sensual. Este estilo de tratar el pelo de las mujeres es tradicional de Klimt, y realza el carácter sexual de la figura, ya que el pelo pelirrojo se calificaba como propio de mujeres de vida licenciosa y su color daba la sensación de fuego interior, de ardor y pasión. Igualmente, al ser largo se retoma un esteriotipo tradicional en el que se atribuye el pelo largo a mujeres sensuales, ejemplos del uso de un largo pelo pelirrojo se puede observar en otras obras del autor como Peces de Oro y Palas Atenea.

La perspectiva contorsionada aumenta aún más esta impresión junto con la ausencia del elemento narrativo. No existe ningún lugar ni indicaciones del mismo en todo el cuadro, solo se encuentran Dánae y la lluvia de oro, que se puede interpretar como el torrente seminal, unidos en el acto sexual, y con una profunda decoración de ornamentos curvilíneos y algunos dorados que aumenta a la par el exotismo y el erotismo de la pintura. La cara de Dánae, dormida pero con la cabeza ladeada, y la boca entreabierta, las mejillas enrojecidas, así como la mano ligeramente doblada, muestran el placer que esta sintiendo en estos instantes de forma muy sutil. El recurso a la boca entreabierta y la disposición de la cabeza en esta posición es también un rasgo que encontramos en otras obras de Klimt. La tela negra y dorada que se encuentra en un lateral del cuadro refuerza la decoración de los elementos anteriormente mencionados y encuadra la atención hacia Dánae. Además, algunos autores ven en los motivos circulares de la tela la representación esquemática de óvulos, representando con ello lo femenino. En contraposición, el hombre aparece representado en un pequeño rectángulo negro y blanco que hay en el torrente de oro. Dentro de la obra de Klimt se observa como asocia este pequeño símbolo a lo masculino, siendo el ejemplo más paradigmático el traje del hombre en El Beso.

Esta obra, de cariz tan abiertamente sexual, podría haber sido un escándalo en la época, pero Klimt disminuye esta sensación mediante la riqueza ornamental, la armonización estética y la suavización formal del motivo. Logra otorgarle una gran serenidad y convierte al cuerpo de Dánae en pleno éxtasis en un ornamento de un conjunto suntuoso. Respecto a un mensaje más subyacente de la obra, podemos encontrar en Dánae la expresión de las fantasías sexuales y el nuevo auge de la mujer y su sexualidad en la Viena de la Belle Époque. Durante esta época, se comienza a fraguar cierta revolución sexual en la que los hombres buscan ávidamente disfrutar de las mujeres. Pero la fobia a las enfermedades venéreas y los tabúes sociales, provocan que se vean limitados de recurrir a lo que parecería obvio: prostitutas, actrices, cantantes... Tampoco pueden recurrir a mujeres de clase alta, ya que se considera inaceptable la idea de usar a estas mujeres por el simple placer sexual. Por lo que se debe recurrir a la Süsses Mädel, que eran las inocentes y cándidas muchachas de la clase baja social vienesa: criadas, doncellas, obreras... Estas eran seducidas, engañadas y usadas por los ricos hombres de Viena, que nunca admitirían de forma pública que mantenían relaciones con ellas.

Pero, de forma inesperada, lo anterior provocó un efecto curioso en las mujeres. La avidez sexual del hombre y sus limitaciones a recurrir a una compañía limitada y concreta, así como el desencanto de ellas al ver que sus amantes no hacían otra cosa que usarlas, les dio a ellas posiciones de poder. Así se formó la posición de la dominatrix sexual, de una mujer sin escrúpulos, cruel, que se aprovechaba de los hombres que caían bajo sus redes y de los que saqueaba todo tipo de placeres y regalos. La creación de esta femme fatale y la impotencia de los hombres ante esto, llevo a la extensión durante la época de la idea misógina de que la mujer poseía una sexualidad voraz, apasionada e irracional que se aprovechaba del hombre, cuya sexualidad era moderada y racional. Además, se subrayaba que era un receptáculo pasivo del placer sexual que el hombre le otorgaba.

Esta concepción machista de la mujer se observa en la sexualización y perversión de algunos motivos tradicionales, como se ve claramente en algunas obras de Klimt como Judit II (Salomé), estudiada en la anterior entrega. Sin embargo, Klimt no mantiene esta figuración de la mujer como un ser maligno como un rasgo general e importante de su producción artística. Así, observamos un abundante uso de mujeres y personajes femeninos en sus obras sin cariz negativo, demoníaco o perverso, caso de La Expectación, el Friso del Palacio Stoclet o las representaciones que realizó de Atenea. Sin embargo, no podemos obviar ciertas reminiscencias de estas ideas y, más que lo anterior, sus obsesiones y apetencias sexuales que se mostraban en sus dibujos eróticos y en algunas obras, así como cierta admiración de la mujer.

En el caso de Dánae, obra que se conserva en una colección particular, se observa la idea del receptáculo sexual pasivo, ya que permanece quieta aunque esté disfrutando mientras es arrebatada sexualmente por Zeus. Igualmente se puede interpretar como la entrega de Dánae al placer, como una emoción primitiva y animal, tan placentera como posiblemente peligrosa. Aunque también podría ser que hubiese en ella una expresión de lo que algunos autores ven como la idea de una sexualidad femenina autónoma. Esto se observaría a través de la ausencia de cualquier elemento masculino en el cuadro, salvo el pequeño rectángulo negro y blanco.

 

FUENTES: LORENZO MATOS, Edgar. Gustav Klimt, Estudio General y Dánae, La Laguna, 2006-2007, pp. 13-15.

 

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