MITOS GRECORROMANOS EN EL ARTE (III)
TESEO Y EL MINOTAURO
Sergio Cabaco y Jesús Abades
El Mito Tras sitiar la ciudad de Atenas, gobernada entonces por Egeo, el rey Minos de Creta puso como condición al monarca ateniense para levantar el asedio enviar durante nueve años siete doncellas y siete muchachos al Minotauro con el fin de que éste los devorara. Egeo aceptó y, durante dos años, veintiocho jóvenes fueron mandados a la isla cretense como tributo. El Minotauro era un monstruo enorme con cuerpo de hombre y cabeza de toro que solo se alimentaba de carne humana. Por su carácter destructor, Minos lo había encerrado en un ingenioso laberinto diseñado por Dédalo, compuesto por oscuras y tortuosas cavernas y una inextricable sucesión de corredores que conducían al centro de la construcción, donde, sentado en un trono de mármol y oro, el voraz Minotauro aguardaba a sus víctimas. Si alguien en el laberinto escapaba de la bestia, no podía, sin embargo, salvarse de la muerte, pues se perdía en la maraña de corredores y cavernas, y no volvía a ver la luz del día. Para librar a su pueblo de tan atroz vasallaje, el príncipe Teseo, hijo de Egeo, decidió matar al Minotauro y marchó a Creta formando parte de la tercera remesa de jóvenes sacrificados. Ariadna, hija del rey Minos, se enamoró de él nada más verlo y decidió ofrecerle su ayuda, aun a costa de traicionar a su padre. Cuando Teseo, atado con las otras víctimas, se dispuso a entrar en el laberinto, Ariadna le entregó el cabo de un ovillo, y el príncipe ateniense comenzó a tirar del hilo a través de las sombrías galerías del recinto para luego seguirlo y encontrar finalmente el camino de la salida. También le entregó un puñal envenenado con el que Teseo pudo matar al Minotauro al instante y luego, guiado por el hilo de Ariadna, salir junto a sus compatriotas a la luz del sol, huyendo todos a Atenas, incluída la princesa, antes de que Minos se enterase de lo ocurrido.
El Autor Al margen de sus primeras obras, próximas a un barroco que entronca con el naturalismo rococó, Antonio Canova (1757-1822) finaliza en 1783 la que sería una de las más clásicas, Teseo y el Minotauro, aunque más adelante ejecutaría Hércules y Licas (1795-1802), dotada de un dramatismo y energía más propios del barroco. Considerado como el más importante escultor neoclásico, con una fama e influencia que se extenderían por toda Europa, la obra de Canova remite a la época helenística. Sus figuras, de maduras formas, hablan un lenguaje sensual, especialmente las femeninas, e incitan al espectador a contemplarlas desde distintos puntos de vista. |
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