VISITACIÓN (IV)

Con información de Alfonso Pleguezuelo (22/12/2023)


 

 

Francesco Niculoso (Pisa, hacia 1450 - Sevilla, hacia 1529) era conocido como Niculoso Pisano por su origen. Hay que tener en cuenta que "pisano" no significaba en el siglo XVI ser natural de Pisa, sino, genéricamente, de Italia. La ciudad de Pisa era por entonces uno de los puertos marítimos más importantes del Mediterráneo, del que partían muchos de los productos y personas que de Italia venían a la Península Ibérica. En Sevilla, el azulejo plano policromado fue realizado por primera vez por Pisano, que trabajó en Sevilla entre finales del siglo XV y principios del XVI.

De las obras que el ceramista realizó en sus hornos de la calle Pureza (Triana) para el palacio mudéjar del Real Alcázar de Sevilla solo subsiste el retablo de la Visitación que lleva a cabo en 1504 para el oratorio privado de la reina Isabel la Católica. Consta que también llevó a cabo otro para el oratorio del rey Fernando, que desapareció en el siglo XIX. Es de suponer que las nuevas ideas sobre pintura cerámica traídas por Niculoso Pisano de Italia pronto captaron la atención de los monarcas y los animó a solicitar sus servicios.

El retablo conservado es una singular fusión del arte italiano y del arte nórdico: las escenas de la Visitación y el Árbol de Jesé se dirían pintadas por un artista formado en Flandes o en la Baja Alemania, mientras que las demás podrían haber sido pintadas por un artista formado en Roma o en Florencia; sin embargo, todas están hechas por el mismo artista. La elección de la iconografía era lógica pues la reina de Castilla se llamaba como la prima de la Virgen y es conocida la costumbre medieval de profesar una especial devoción al santo con quien se comparte nombre de bautismo.

En este caso, el encuentro entre María e Isabel parece tener lugar en un escenario natural, a la orilla de un río en cuyas riveras se levantan arquitecturas de apariencia romana entre las que destaca un extraño puente de tres arcos de medio punto que conduce a una torre que se adentra en el agua sin cruzar el río. Al fondo se divisan cinco minúsculos barcos y en las orillas se agolpan frondosos árboles y acantilados de rocas cubiertas de verdes praderas. A la derecha se agrupan la anciana Isabel y su marido, el profeta Zacarías, que muestra en el frente de su oriental tocado una ostentosa cartela con su nombre. Tras Zacarías aparece un personaje que protege su rostro con la mano derecha, también lleva la cabeza tocada con un gran turbante y cubre sus hombros con un manto de armiño. Acompañan a estos personajes dos jóvenes damas ataviadas con llamativos y suntuosos trajes y abalorios. Por la izquierda se acercan María y José, seguidos de una dama y un caballero de desconocida identidad. Los cinco personajes que acompañan a los cuatro protagonistas parecen pertenecer al más alto rango social por sus sofisticados trajes, de ricos tejidos, y sus lujosos complementos. Diríase, incluso, que algunos de ellos son de estirpe real si atendemos a las pieles de armiño que completan su atuendo.

La interpretación de este tema, como era costumbre entre los pintores del momento, tal vez fue tomada de alguna estampa o de la página iluminada de un libro de horas, seguramente de procedencia nórdica, que pudo, incluso, pertenecer a la reina. La pintura de Niculoso Pisano respira, en todo caso, un aire germánico evidente en sus personajes de ovalados rostros y crispadas expresiones, en el caso de los jóvenes, y de arrugadas pieles en el de los ancianos si las comparamos con los dulces, tersos y apolíneos rostros de la pintura italiana del Quattrocento. El aire germánico de la escena contrasta bruscamente con el tono romano del marco que la contiene.

 

Foto: Asociación Niculoso Pisano

 

FUENTES

PLEGUEZUELO HERNÁNDEZ, Alfonso. "Niculoso Francisco Pisano y el Real Alcázar de Sevilla", en Apuntes del Alcázar de Sevilla, n º 13, Patronato del Real Alcázar y de la Casa Consistorial de Sevilla, 2012, pp. 138-161.

 

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