Hasta una reciente aportación documental de Serrera Contreras, la crítica especializada siempre había encontrado una patente contradicción entre la acostumbrada vinculación de este Pentecostés de Francisco de Zurbarán (Fuentes de Cantos, Badajoz, 1598 - Madrid, 1664) a los cuadros procedentes de la Cartuja de Jerez de la Frontera, pues el ambiente nocturno de la escena y los vivos colores netamente separados eran propios de fechas anteriores a las del gran retablo de la cartuja jerezana (1638-1639).

Sin embargo, el referido historiador halló un documento del año 1751, relativo al traslado de la Casa de Contratación de Sevilla a Cadiz, en el que se probaba que el Pentecostés pintado por Zurbarán presidía la sala de reuniones de la Universidad de Cargadores a Indias (actual Archivo de Indias). La presencia del cuadro en dicha entidad mercantil indiana se explica por la solemne misa del Espíritu Santo que estatutariamente debía preceder a las elecciones del prior y cónsules de la citada institución.

Sobre la fecha de ejecución de este gran lienzo no hay consenso, ya que Serrera lo situaba entre 1630-1632, mientras que Valdivieso retrasa la creación en torno a 1635, pero es innegable la maestría con la que está elaborado, así como la inspiración en las fuentes grabadas, ya que se observan claramente influencias de composiciones ejecutadas por Hieronymus Wierix y Philippe Galle.

Se trata de una pintura muy tenebrista que, en opinión de Carrascal Muñoz, emparenta estilísticamente con el San Lucas del Museo del Prado. La composición, rigurosamente circular, hace de los  apóstoles un coro de acompañamiento para la figura transfigurada de la Virgen, que eleva los ojos al cielo mientras recibe, sobre las palmas vueltas de sus manos, el fuego benéfico del Espíritu Santo. Del fondo oscuro, sin referencias arquitectónicas o de paisajes, emergen ocres, verdes y bermellones con la fuerza de su propia luz.

En la etapa culminante de la carrera de Zurbarán, en vísperas de abordar grandes encargos, habiendo incluso sido llamado a la Corte en 1634, no resulta extraño que la próspera institución de los comerciantes indianos encargase al pintor hacia el año 1630-1635, entonces en la cúspide de su prestigio, una obra destinada a presidir la nueva sede social estrenada en la grandiosa Casa Lonja trazada por Juan de Herrera.