REMBRANDT 350 AÑOS. LOS TEMAS SACROS
EL CÁNTICO DE SIMEÓN

Jesús Abades y Sergio Cabaco


 

 

San José y la Virgen María comparecen en el templo para dedicar a Jesús, su bebé recién nacido, a Dios, cumpliendo así los mandatos de la ley judía. El anciano profeta Simeón, a quien el Espíritu Santo le había revelado que no moriría sin haber visto antes al Señor, reconoce al tan esperado Mesías en el Niño, tomándolo en sus brazos y estallando gozoso en una canción de alabanza que da título al cuadro.

La luz divina que inunda a Simeón parece brillar desde el propio Niño. Ello constituye una referencia visual a la definición que el respetado anciano hace de Jesús como luz que ilumina a los gentiles. Después de alabar al Niño, Simeón bendijo a María y le reveló la primera profecía oscura sobre el destino de su hijo.

Cuando Rembrandt pintó en 1631 esta pieza maestra al óleo sobre tabla (60,9 x 47,9 cm), tenía solo veinticinco años de edad y todavía vivía en su Leiden natal. Se mudó a Ámsterdam ese mismo año, donde comenzó a pintar obras mucho más grandes y a realizar por primera vez retratos en su trayectoria.

Este asunto en torno a la figura de Simeón fue repetido por Rembrandt varias veces a través de pinturas y grabados, siendo la versión que nos ocupa, también llamada "Simeón en el templo", la más famosa y copiada de todas a lo largo de los siglos. Los magníficos efectos de luz y color se distribuyen en una escena dividida entre la conexión del profeta con la Sagrada Familia y el concurrido ceremonial que tiene lugar en el templo.

 

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